Receta para el alma

Hoy me hicieron un encargo. Elaborar una receta. Pero no una receta normalita que alimente el cuerpo y nos recargue de energías, no, él no podía pedir algo tan sencillo como la receta de la ropavieja que dicen mis amigos que hago tan bien, o la de un mus de limón, eso… era muy simple. Él quiere una receta especial, una receta que alimente el alma.

Para la otra me habría prestado de inmediato, aunque no me guste mucho la cocina, hubiese bastado con ir al supermercado a buscar buenos ingredientes y con algo de paciencia y voluntad a estas horas ya estaríamos comiendo tranquilamente.

En lugar de eso estoy aquí, sin haber comido y lista para que las musas me asalten con la dichosa receta del alma. Todo sea por hacerle el capricho a un amigo que se interesa por mi salud. Bucearé en mi interior a ver si encuentro los ingredientes que necesitaría para darle ese gusto, porque la dichosa receta no contendrá ingredientes fáciles de conseguir.

Cierro los ojos y visualizo el cuenco en el que elaboraré mi receta, es rojo y tiene forma de corazón.

Alargo la mano, y recordando sus sugerencias y el objetivo final de este guiso, tomo el bote que contiene las sonrisas, le quito la tapa con cuidado de que no se me caiga y rompa ninguna (son tan escasas últimamente) y saco la media docena que ya ha conseguido que yo atesore ahí en los últimos días.

Las coloco cuidadosamente en el fondo del cuenco espolvoreándolas con azúcar de cariño desinteresado, que de eso si ando sobrada siempre, y vuelvo a cerrar los ojos buscando algo que pueda dar “cuerpo” al guiso.

Llegan a mi mente palabras suaves y dejo que caigan sobre las sonrisas sin pesarlas ni medirlas. Este ingrediente se debe añadir al gusto de quien vaya a consumir el plato.

Unos minutos de paz robados al tiempo se cuelan sin casi darme cuenta en el cuenco.

Remuevo el contenido y lo pruebo para ver que puede faltarle.

Está dulce, muy dulce, y eso me intranquiliza, no estoy acostumbrada a tanta azúcar y puede hacerme daño. Pero… sigo adelante. Más que nada por aquello de que “un día es un día”.

Del congelador saco dos besos sonoros y un abrazo sincero, son ingredientes caros y escasos pero este guiso lo merece.

¡Que curioso…! Cocinando, cocinando…, he dejado de toser.

http://lavozdetenerife.com/col/60/luisa_chico/

Published in: on 18 junio, 2012 at 1:27  Deja un comentario  

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