Liuva

Para celebrar el día mundial del libro, me siento generosa, y deseo compartir con todos el primer capítulo de la novela que estoy escribiendo en la actualidad.

Sin corregir y en estado puro para todos mis lectores y amigos: «Liuva».

 Capitulo 1: «Jofiel»

mujer en el lago

Y un día la madre Tierra dijo: ¡Basta! Y decidió poner fin a tanta desidia irresponsable. El planeta rugió y tembló sacudiéndose de encima a aquellos que le maltrataban y menospreciaban, a aquellos que no supieron agradecer y valorar sus dones, a aquellos que durante siglos dedicaron más tiempo a destrozarlo que a cuidarlo,  a aquellos que llenaban su superficie de objetos sin sentido en lugar de disfrutar de la bondad de la madre naturaleza, a aquellos que arrancaban de sus entrañas todo lo que les causaba placer sin reparar en el daño que producían tantos huecos abiertos y vacíos, a aquellos que ensuciaban las agua cristalinas de los océanos con sus miserias humanas…

Y la tierra se removió en sus cimientos provocando erupciones y temblores más allá de lo que ningún ser humano pudo imaginar jamás. Desaparecieron ciudades enteras en un abrir y cerrar de ojos, tragadas por los abismos o sepultadas en las aguas de los miles de tsunamis que los movimientos telúricos provocaron en los cinco mares”.

¿Cuántas veces había escuchado Deka aquella introducción a la formación de Tyerta en los años que llevaba en la sede del conocimiento como ayudante del Semidán Arcadio? 

Ya ni recordaba el número de ellas, y sin embargo cada vez que comenzaba un curso nuevo y Guanicar, el mentor de la sede de Historia, pronunciaba aquellas palabras con tanta solemnidad se le seguían poniendo los vellos de punta.

Colocó la carpeta delante de Guanicar por si necesitaba algo de ella durante el discurso, y se acomodó en su silla de caoba, con alto espaldar tallado, dispuesta a escuchar aquella increíble historia una vez más, le sorprendía comprobar como un curso tras otro iba descubriendo matices de la misma en los que antes no había reparado.

“…Unas partes del planeta se hundieron, otras resurgieron, la orografía cambió por completo dividiendo zonas de tierra y elevando montañas donde antes sólo hubo mar.

Los océanos que en los últimos años, y debido al deshielo polar, habían crecido en demasía, inundaron miles de kilómetros de lo que antes era tierra firme. En algunas partes del planeta el fondo marino se elevó hasta alturas insospechadas formando nuevas montañas.

Y el ser humano pereció víctima de su propia desidia e ignorancia. Pero… ¿Perecieron todos? ¿Entonces cómo es que hoy estamos nosotros aquí? ¿Seremos los últimos habitantes del planeta Tierra? ¿Existen más lugares habitados?” -Al llegar este punto del discurso de Guarimiar, Manao, sentado en la segunda fila y que asistía atento al acto, despegó la espalda de su asiento inclinándose hacia delante apoyando los codos sobre las rodillas y el mentón sobre las manos entrelazadas, tratando así de absorber mejor la información que le llegaría a continuación.- Para muchas de esas preguntas, que seguro os habéis hecho más de una vez a lo largo de estos años, tenemos respuestas, para otras no. -El muchacho volvió a su postura original algo decepcionado por lo escueto del discurso en ese tema.- A partir de hoy y por espacio de diez meses, iréis conociendo las mil vicisitudes que este lugar que nuestros antepasados recientes decidieron un día llamar TYERTA ACHEZBEGO, en honor del lugar del que procedían en el momento de la catástrofe, las Islas Canarias, y de la cultura de los aborígenes de las mismas, ha ido sufriendo en sus escasos doscientos años de vida.

Este año celebraremos nuestro 200 aniversario y este curso tendrá el privilegio de participar, con honores, en la conmemoración del mismo.

Tenéis edad suficiente para comprender muchas cosas sobre la historia de este planeta, pero sobre todo para aprender de los errores pasados y procurar no volver a cometerlos en aras de la perpetuidad de la especie humana. Ésa será a partir de este momento vuestra responsabilidad.

En el día de hoy comenzará una nueva etapa de vuestras vidas.

¡Bienvenidos a la sede del Conocimiento! Y por mi parte será un placer recibiros mañana a primera hora en esta misma Aula para dar comienzo a vuestras clases.

Guanicar sonrió agradecido ante los aplausos de sus futuros alumnos y dejó el atril, desde el que se había dirigido a ellos en los últimos minutos, para volver a la gran mesa de caoba donde aguardaban su turno los compañeros mentores que intervendrían paulatinamente en el acto conmemorativo del presente curso, después de la bienvenida del Semidán Arcadio, quien ahora asistía atento a las alocuciones de los mentores desde su mesa situada en el extremo izquierdo del escenario, donde también se encontraba su ayudante, Deka.

Guanicar era el primero en intervenir y tras él lo harían por riguroso orden los mentores de las sedes de Artesanía, Igunigan; Geografía, Abudrar; Medicina, Tayda, Arte, Turawet; Trabajo, Ramagua, y por último intervendría el mentor de Espiritualidad, Bari, quien bendeciría también el curso, dando por finalizado el primer acto en la Sede del Conocimiento al noroeste de Lafuca.

La túnica amarilla de Guanicar revoloteó adhiriéndose a sus piernas mientras caminaba hacia la mesa del Semidán para recoger su carpeta, por el camino se cruzó con Igunigan quien ya había entregado la suya y se disponía a tomar la palabra.

Durante su intervención habló de la importancia que la artesanía tenia para los habitantes del Lago, dado que la mayoría de los útiles que usaban cada día eran fabricados por los artesanos repartidos por toda la orografía de Tyerta. Les habló brevemente de cómo los antiguos, como le gustaba llamar a sus antepasados, unificaron sus conocimientos sobre el tema y comenzaron a fabricar útiles inmediatamente después de que los sobrevivientes se reunificaran, principalmente en el norte y este del gran Lago donde se encontraba la mayoría de ellos.

Al finalizar su intervención volvió en su lugar, colocándose bien el turbante blanco sobre sus luengos y lacios cabellos blanquecinos, no sin antes recoger su carpeta devolviéndole la sonrisa a Deka, cuyos níveos dientes resplandecieron sobre el oscuro rostro de la mujer que ya comenzaba a acusar el paso del tiempo.

La intervención de Abudrar captó de nuevo la atención especial de Manao. Para un espíritu aventurero como el suyo era imprescindible saber todo sobre la orografía del Lago y a ser posible la de su entorno. El corazón le latió fuerte en el pecho al oírle decir: “Dispondremos para su estudio de mapas elaborados por nuestros monjes de isla Achid” y aunque no especificó de qué mapas hablaba, la imaginación del muchacho se disparó deseando que estuviesen incluidos algunos mapas antiguos anteriores a la gran catástrofe que le permitiera conocer algo más del planeta antes del gran cambio.

Tayda, la dulce mentora de los ojos azules, disertaría luego sobre el interés que para todos tenía poseer un amplio conocimiento sobre medicina, dada la orografía del Lago. Su porte y su voz poseían en si mismos un efecto sedante, por lo que no era de extrañar que los alumnos escuchasen embelesados sus explicaciones, sin que resultase relevante que su aula hubiera sido elegida para los tres meses de la segunda parte del curso o no.

A continuación el amplio salón se llenó con la nítida voz de Turawet, cuyos gráciles movimientos al acercarse al estrado, parecía deslizarse en lugar de caminar, captarían la atención de los que sentían latir en su interior un alma de artista. A pesar de vestir la misma túnica amarilla y el turbante blanco que usaban todos los mentores en estos ceremoniales, en el cuerpo de Turawet ésta poseía una prestancia especial haciendo que más de un suspiro escapase caprichoso del pecho de algunos alumnos, sobre todo entre los de género masculino.

Turawet les expuso el fundamente de las artes y la cultura en cualquier sociedad que se preciara. Ya que si bien el resto de las Sedes estaban configuradas para enseñar las cosas que podían ser útiles para la vida y el cuerpo, las artes eran el alimento fundamental del alma, y su difusión y ejecución vitales en el desarrollo del ser humano.

Ramagua por su parte trató de transmitir en su discurso la importancia de saber elegir el trabajo con el que cada uno contribuiría, en un futuro cercano, al bienestar de la comunidad, dado que de su reparto equitativo y su buena ejecución dependía el bienestar y la supervivencia de los habitantes de Tyerta. Sus manos fuertes y encallecidas gesticulaban sobre el atril tratando de impregnar de su decisión y carácter cada una de sus palabras.

Manao, esa parte de su vida ya la tenía decidida hacía mucho tiempo, sería constructor de barcos como su padre, le gustaba trabajar la madera, por lo que en ese momento comenzó a plantearse solicitar una reducción de su tiempo de paso por esta Sede para ampliar el de otras que le interesaban más.

Por último Bari se acercaría ceremoniosamente al atril portando los dos símbolos de la Sede del Conocimiento: en la mano derecha llevaba empuñada la espada apuntando al suelo, mientras con la izquierda apretaba un ajado libro sobre su pecho.

Después de depositarlos en el lugar que para ello se había habilitado en el atril de intervenciones, lo bordeó lentamente colocándose detrás para dirigirse a los presentes. Los años no pasaban en balde y él ya había visto muchos amaneceres, aquel año sería el último en que ostentaría el cargo de mentor de espiritualidad en dicha Sede.

“Con la venia del Semidán Arcadio, -miró en dirección a éste inclinando la cabeza- y el aquiescencia de mis compañeros mentores, -sonrió mirando a las personas sentadas tras la mesa presidencial. – Procederé a dar por finalizado este acto, no sin antes dirigirme a ustedes, queridos alumnos que hoy nos acompañan, para daros la bienvenida a esta Sede que será vuestro lugar de estudio en los próximos meses.

Como todos sabéis ya, gracias a la educación que os han dado vuestros familiares, en Tyerta no profesamos una religión concreta, aunque hayamos dedicado santuarios a los siete arcángeles que nos protegen, no obstante en el interior de cada uno de nosotros hay una parte espiritual que está conectada directamente con el Creador y cada tyertano es libre de rezar y llamar a Dios como sus antepasados le hayan indicado o como él mismo sienta que debe hacerlo. A él le daremos hoy las gracias por estar aquí reunidos y por los conocimientos que a partir de este día compartiremos.

En el aula número siete, la cual presido por última vez este año, conoceréis la esencia misma de nuestra espiritualidad, recibiréis información sobre nuestros ritos principales, conoceréis todo sobre nuestros arcángeles, y aquellos que lo deseen podrán estudiar las religiones antiguas y sus enseñanzas hasta donde tengamos conocimientos. Nuestra única intención es facilitaros el conocimiento necesario para que vuestras creencias espirituales se puedan enriquecer. 

Al término de esta celebración a cada uno de vosotros le será entregada una espada como la que yo he portado hasta este atril, como símbolo de la lucha que debéis emprender en pos del conocimiento, así como el libro donde anotareis todas las vivencias que atesorareis en vuestro paso por este lugar, convirtiéndose así en vuestro propio libro del conocimiento. Así mismo el acto de hoy está dedicado a nuestro Patrón, el arcángel Jofiel, y estos también son sus símbolos. –Señaló a la parte delantera del atril.- Él os guiará y os protegerá siempre por los senderos del conocimiento. Por él hemos asistido a este evento impregnados por el olor de los cuatro cuencos que arden en las esquinas de este recinto, donde se queman la salvia y el clavo.-Instintivamente Manao miró los dos que quedaban frente a él viendo como el humo se elevaba ya débilmente, había reconocido el olor de la salvia, pero no estaba muy seguro de percibir el de la especia que Bari mencionaba.

Y para finalizar este acto os pondréis ahora en pie para recibir vuestros símbolos. –Mientras hablaba hizo un gesto a los acólitos que esperaban pacientemente en la entrada del recinto con las cajas conteniendo los símbolos fabricados por los monjes de Achid y los herreros de Lafuca, la veintena de alumnos asistentes ese año al curso se pusieron prestamente en pie.- En la primera página del libro encontrareis ya una anotación hecha por el Semidán Ufrín, que está escrito de su propio puño y letra para cada uno de vosotros, es la oración a nuestro Patrón que juntos leeremos como cierre al acto de vuestro primer día de curso.

Por mi parte me despido ya esperando volver a verles en breve en el Aula siete y allí intentar responder a todas y cada una de vuestras preguntas.”

Manao soltó sobre su regazo el libro que ya había abierto por su primera página para aplaudir la intervención de Bari, cuyo delgado y marchito rostro, de rasgos árabes, se plegaba aún más al sonreír bonachonamente mientras recuperaba del atril su libro del conocimiento personal y lo abría por la primera página.

Las voces de las treinta personas que se congregaban bajo el techo del majestuoso edificio de las ocho columnas sonaron al unísono al invocar la protección de su arcángel.

¡Oh! Sabio, radiante, esplendente,

amado Arcángel Jofiel, nuestras mentes

y corazones están ávido de penetrar en

los laberintos insondables, misteriosos de

la sublime ciencia del conocimiento de la

divinidad, de la potestad, del espíritu del

Señor Dios que nos creó, que nos guía

y nos ama desde la cuna al ataúd.

Tú, amadísimo Arcángel Jofiel, ilumina

nuestra senda con la luz de la eterna

sabiduría, líbranos de la amenaza de la duda

y la incomprensión, nutre nuestro espíritu con

la cuota indispensable de sabiduría que nos

conduzca seguros al edén prometido a los justos.

Amen.

Una vez finalizada la oración se dio por terminado el acto, entre felicitaciones y bullicio salieron del majestuoso edificio que los tyertanos habían reconstruido partiendo de los restos de una antigua edificación casi derruida por la gran catástrofe, cuyas ocho impresionantes columnas se habían mantenido en pie a pesar de todo.

Casi 200 años después un puñado de descendientes de los primeros habitantes de Tyerta salían por la puerta del Aula número uno sobre cuya puerta ostentaba el escudo de la Sede de Historia, para poner rumbo al albergue donde comerían hoy y además se hospedarían, de lunes a viernes, aquellos cuyos domicilios quedaban lejos de la ciudad, a lo largo de su año de aprendizaje en Mañoca.

El frío de febrero les golpeó en el rostro al salir y todos se arrebujaron instintivamente en sus capas y abrigos cruzando presurosos el sector de Orone con sus casas unifamiliares de techados de teja inclinados, para llegar prestamente a la vía principal que circundaba todo el Lago, Aleza, donde se encontraba ubicado el albergue de esa zona del cantón de Lafuca.

Al entrar en el gran edificio de piedra les recibió el calor del hogar emplazado en la esquina derecha del rectangular salón donde por un tiempo compartirían miles de tertulias, y en cuyo lecho se quemaba la leña de fresno caldeando el ambiente.

La sonrisa de Pablo, el encargado del albergue, les recibió expectante. En el transcurso de la mañana había preparado concienzudamente el menú que ofrecería en aquella ocasión a los nuevos alumnos y su hermana Fátima ya había dispuesto primorosamente el comedor. Ambos les esperaban impacientes en la entrada del edificio.

Además de Manao, recién llegado de la isla de Herma, al este del Lago, se habían incorporado a este curso veinte alumnos más, venidos tanto de los dos archipiélagos que dividían los arrecifes como de tierra firme. Doce chicas y ocho muchachos, todos de su misma edad, dieciocho años, integraban el alumnado del curso 2.237.

Manao Belvis sería uno de los huéspedes forzosos del albergue, puesto que su hogar se encontraba justo al otro lado del gran Lago. El día anterior había tomado posesión de su dormitorio, un cuarto pequeño cuyo único mobiliario consistía en una cama, un arcón donde había guardado su escaso vestuario, una mesa colocada bajo la ventana que daba al corredor techado, para aprovechar bien la luz diurna en sus estudios, y una silla sobre la que había dejado su bolso de viaje con el resto de sus pertenencias. Junto a la puerta de entrada había un colgador del que ahora pendía su abrigo, puesto que había elegido la capa de piel de cabra que le habían regalado en su segunda fiesta del septenio, para el acto de hoy. Este invierno prometía ser muy duro y la ropa de abrigo sería imprescindible en los primeros meses de estancia en Mañoca.

Mientras sus compañeros departían a la espera de ser invitados a entrar en el comedor, Manao se había acercado a la chimenea con la excusa de calentarse las manos en el fuego, su carácter más bien introvertido no le facilitaba mucho el poder relacionarse con los demás, por lo que en aquellos primeros momentos prefirió aislarse un poco. -“Ya habrá tiempo para hacer amistades”.- Se dijo mientras frotaba sus manos junto a la lumbre, aunque él sabía muy bien que dedicaría la mayor parte de su tiempo libre en hacer excursiones solitarias por los alrededores y descubrir los rincones de aquella zona nueva para él, que en fomentar nuevas amistades.

-La comida está servida. –La voz aguda de Pablo les invitaba desde la puerta del comedor y el olor a carne asada que les llegaba desde allí puso alas en los pies de los jóvenes y sus mentores.

En la entrada del comedor casi tropezó con el bastón de un compañero que andaba dificultosamente delante de él. “Lo siento”, se disculpó por su torpeza intentando sonreír. “No pasa nada”, contestó éste en tono seco y sin volverse siquiera.

Luisa web el blog de luisaNOTA POSTERIOR (23-3-15)

Hoy me siento feliz de haber sido generosa, gracias a lo compartido aquí he podido recuperar al menos el primer capítulo de esta novela, el resto se lo comió un virús inoportuno en mi ordenador y, sorprendentemente en mí, no había hecho una copia de seguridad. Toca reiniciar el trabajo, pero feliz de poder hacerlo. Prometí que si podía recuperarlo compartiría el resto de los capítulos y así será. ¡Gracias Universo!

Published in: on 23 abril, 2013 at 11:48  Deja un comentario  
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