Ha llegado la noche.
Una noche cálida, plácida, silenciosa.
Afuera reina la paz, no corre ni una brisa de aire,
las ramas del pino
reposan serenas a la luz de la luna llena.
El silencio de la noche
sólo lo rompe el canto de los grillos,
amos del campo en las horas nocturnas.
A veces, el ladrido de un perro lejano
rompe el soniquete de los grillos,
y rasga la placidez del entorno.
Más lejos aún se escucha, de tarde en tarde,
el ruido de un coche que atraviesa el pueblo,
seguramente su dueño conduce ansioso
buscando el cobijo de su hogar.
Silencio… Y yo… pienso en ti.
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