Llega la noche

gif arbol animado

Ha llegado la noche.

Una noche cálida, plácida, silenciosa.

Afuera reina la paz, no corre ni una brisa de aire,

las ramas del pino

reposan serenas a la luz de la luna llena.

El silencio de la noche

sólo lo rompe el canto de los grillos,

amos del campo en las horas nocturnas.

A veces, el ladrido de un perro lejano

rompe el soniquete de los grillos,

y rasga la placidez del entorno.

Más lejos aún se escucha, de tarde en tarde,

el ruido de un coche que atraviesa el pueblo,

seguramente su dueño conduce ansioso

buscando el cobijo de su hogar.

Silencio… Y yo… pienso en ti.

Luisa web el blog de luisa

Published in: on 30 octubre, 2013 at 22:48  Deja un comentario  
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Algo más sobre mi literatura

Creo que ya ha llegado el momento de que los nuevos lectores de este blog conozcan algo más de mi modesto trabajo literario.

Para ello debo remontarme muchos años atrás, concretamente a 1989, cuando por hacer un favor a la comisión de fiestas de El Escobonal escribiendo algo para rellenar una hoja del programa de las fiestas patronales que se les había quedado en blanco, escribí la “Carta a mi pueblo”, que además de ser publicada ahí, lo fue poco más tarde en un periódico de la provincia. Decía en esa carta que fue quizá mi primer trabajo desde el corazón:

Queridísimo Escobonal:

Hace tiempo que quería escribirte esta carta, pero nunca tuve la oportunidad, por eso no he podido resistir la tentación de hacerlo ahora para, además de felicitarte por tus 235 Fiestas Patronales, hacerte llegar el sentir de cuantos un día abandonaron tu cobijo buscando en otros pueblos o en la capital, el sustento y en muchos casos la fantasía de una vida mejor. O de los que como yo, somos descendientes de agacheros y que por haber pasado algún año de nuestras vidas contigo o por influencia de nuestros padres, nos sentimos tan hijos tuyos como los que han permanecido a tu lado todos estos años.

Estamos un poco cansado de oír que sólo nos acercamos a ti en estas fechas, cuando las fiestas inundan tus calles, como el hijo pródigo que vuelve a casa. ¡Sí ellos pudieran saber lo que siente nuestro corazón! Sabrían como se alegra cada vez que venimos a verte y te encontramos verde y precioso, o como se entristece sí te encuentras seco y apagado. Sabrían que seguimos muy de cerca tu avanzar hacia el progreso. Que nos preocupa tanto como a ellos tus problemas, y lo mucho que nos duele que no nos den la oportunidad de luchar junto a ellos por sacarte adelante.

Sabrían que lloramos la partida de cada uno de tus hijos hacia el descanso eterno. ¡Cuantos de ellos se encontrarán allá arriba con los seres que nos vincularon a ti!

Sabrían además lo importante que eres para nosotros. Que eres nuestro principio y que a muchos nos gustaría estar contigo cuando nos toque llegar al final del camino. Porque tú eres nuestra raíz, ya que en tu cuna nacieron nuestros padres; nuestro tronco, pues toda nuestra vida gira en torno a ti y a tus gentes; y nuestras ramas, pues al igual que hicieron nuestros padres, nosotros volcamos en nuestros hijos, nuestro gran amor por ti.

¡Cuánto me gustaría, querido pueblo que no tuviésemos que escuchar nunca más aquello del hijo pródigo en boca de tus habitantes refiriéndose a nosotros!

Que comprendieran que estamos a tu lado igual que ellos; que nos dueles igual que a ellos; y que a pesar de que la vida nos haya marcado un camino diferente al que quisiéramos llevar, nos sentimos tan cerca de ti que las distancias materiales no existen para nosotros y que allá donde estemos siempre oirán la misma respuesta orgullosa a la pregunta ¿De dónde eres?… YO SOY DEL ESCOBONAL”.

Luego vendrían muchos más escritos en los programas de las fiestas patronales de El Escobonal y sobre todo de El Tablado, dos lugares a los que ha estado siempre vinculada mi vida. En 1992 volví a colaborar con las fiestas de El Escobonal escribiendo para ellos un programa de actos bastante original titulado: “YA ESTÁ AQUÍ LA FIESTA”:

“María llegó a su casa algo preocupada.

Acababa de oír en la venta, que ya se reunido la Comisión de Fiestas para iniciar los preparativos de ese año.

“¡Santo Dios, como pasa el tiempo! Ya está aquí la fiesta de nuevo”.

Entró en la cocina para preparar el almuerzo. Por su cabeza comenzaron a rondar ideas de fiesta, y sus ojos se iluminaron con una chispa de ilusión y algo de preocupación.

“Espero que este año no me coja el toro con los preparativos, como siempre. Debo decir a Manuel que hay que ir pensando en darle una manita de pintura a las puertas. Y puestos a pintar, la fachada también tiene falta…”.

Ella debía organizar un día de la próxima semana para ir de compras. Ya era hora de renovar las cortinas del salón, y que mejor ocasión que aquella. Además tenía que comprar la ropa de la fiesta, no se podía dejar todo para última hora. Tendría que comprarle unos zapatos a Manolito y Mari Tere seguro que querría ir con ella a elegir la ropa, cómo estaba en edad de presumir…

Su imagen se reflejó por unos momentos en el espejo de la entrada. Tendría que ir a la peluquería, pero eso lo dejaría para el final.

¿Y la comida? ¿Qué podría preparar? Desde luego no faltaría el conejo en salmorejo y las papas arrugadas, pero… ¿Y para las visitas inesperadas? Los amigos de su marido estarían encantados con la carne de conejo y el vinito de la bodega, pero a las amigas de Mari Tere no les gustaba. Seguramente prepararía una ensaladilla, que iba muy bien a cualquier hora y a casi todo el mundo le agrada. “El resto… ya veremos”.

Debería hacer hueco en la habitación de su hija, para que pudieran quedarse a dormir las amigas. “¡Estas chicas! Además de lo tarde que regresan cada noche, luego se ponen a cuchichear y no dejan dormir a nadie hasta las tantas”.

Llegados a este punto sus labios se curvaron en una sonrisa de complicidad, y recordó que ella era igual a esa edad.

Este nuevo pensamiento la hizo sumergirse en el pasado. Las cosas parecían tan distintas con el paso del tiempo y sin embargo, aunque las formas hubieran cambiado el fondo seguía siendo el mismo.

También entonces, llegadas estas fechas, el pueblo se comenzaba a revolucionar con los preparativos. Las casas blanqueaban sus fachadas y se limpiaba cada uno de sus rincones. Se renovaba el interior, y por supuesto, todos estrenaban algo el día de la Fiesta, aunque los vestidos se confeccionaran en las casas, y fuese lo único que estrenaran en todo el año.

“Hoy lo tenemos más fácil -piensa María- Basta con ir de tiendas y comprar, dentro de las posibilidades de cada uno, lo que se necesite o lo que nos haga ilusión”.

Recuerda con nostalgia, a su madre pendiente de cada detalle. De los mismos detalles que la preocupaban a ella hoy. Y no pudo evitar que una lágrima corriera por sus mejillas al pensar que este año tampoco estaría con ella, ayudándola con ilusión en los preparativos, dándole el punto al salmorejo, despertando a la nieta a la hora de la misa, proporcionándole a Manolito unas monedas para gastar en la plaza y para que le trajera «turrones» de la Fiesta, ocupándose de la casa para que ella y Manuel pudieran dormir un rato más, y recuperar así el sueño de la noche anterior…

Se limpió los ojos con el dorso de la mano y trató de alejar esos pensamientos tan tristes. Ella sabía que su madre la ayudaría desde donde quiera que se encontrase igual que lo hizo siempre, inculcándole el sentido de la responsabilidad con las costumbres y tradiciones del pueblo.

Pensó de nuevo en las compras y en las comidas que tampoco habían cambiado mucho. El conejo y las papas imprescindibles en toda celebración de tipo festivo tradicional, el vino siempre de cosecha propia o al menos de la del pueblo, la sopa de la mejor gallina y alguna golosina casera como rosquetes o bizcochones. Hoy como ayer los gustos gastronómicos seguían siendo tradicionales.

Con respecto a las compras, antes lo tenían más complicado. En primer lugar, había que desplazarse a Güímar o a Santa Cruz, y los medios de trasporte dejaban mucho que desear. Recordó que a estas alturas del mes ya se cosía en la ropa de la fiesta. Las modistas del pueblo quemaban sus ojos día y noche junto a la máquina de coser para poder contentar a todo el mundo. En muchas casas, eran las propias madres las que confeccionaban la ropa de la familia. ¡Con qué ilusión ayudaba ella a la suya quitando hilvanes o rehilando su propio vestido! Seguramente con más ilusión que la sentida por su hija al probarse, uno tras otro, todos los vestidos de las tiendas de Santa Cruz.

“¡En fin! Dejémonos de comparaciones -pensó- después de todo cada uno vive la fiesta a su modo, y hoy como ayer todos nos ilusionamos cuando se acerca la fecha”.

Sus hijos entraron alborozados en la cocina interrumpiendo sus pensamientos.

-¡Hola, mamá!

-¡Ya estamos aquí! -la besan a un tiempo- ¿Qué hay de comer?

-Potaje. -y sin dar tiempo a las protestas- Chicos, ¿se han parado a pensar que la fiesta ya está aquí?

 

 

María miró el reloj y vio que marcaba las cinco menos diez.

Se apresuró a tapar el calado. A las cinco comenzaba el maratón popular y ella quería estar en la carretera cuando pasaran. Este año participaba su hijo y a él le haría ilusión verla allí.

Al doblar la curva comprobó que su familia ya había llegado.

-Creí que no llegarías a tiempo. -La recriminó su marido.

-Me entretuve calando.

-¡Cómo siempre! -dijo su hija- Te pones a calar y te olvidas del mundo.

-Es mi afición. ¡Miren ya vienen!

Los corredores se acercaban. Su paso por el pueblo anuncia el comienzo de las fiestas. Cruzaron frente a ellos como una exhalación. Manolito levantó la mano saludándoles y ellos correspondieron con sus aplausos animándoles a seguir.

-Mari Tere,  ¿dónde está Manolito?

-Se fue al polideportivo a ver la final de baloncesto.

-¿No comenzaba a las seis?

-Si, pero vino Salva a buscarle y se fueron con las bicis, darían una vuelta antes de que empezara.

-¡Este chico! Le dije que tenía que ir a la venta y se va sin avisar.

-Yo puedo ir a comprar.

-Gracias hija, quiero tener todo preparado para cenar antes de ir a la Lucha. No me gustaría perderme el encuentro de los juveniles del Benchomo con el Igara, es de campeonato y además las luchas de juveniles son las que más me gustan.

-Y a mí. Empieza a las nueve ¿no?

-Por eso mismo, debemos darnos prisa.

 

 

María levantó la cabeza y aguzó el oído. Efectivamente, los acordes de un pasodoble llegaron hasta ella con nitidez. Miro el reloj de la cocina. Las diez en punto. Sonrió y siguió preparando la comida, Manuel regresaría pronto del campo y le gustaba comer temprano. Como cada año, los acordes del pasodoble, sonando en el Equipo de Altavoces de Radio Sur, llegaban a cada uno de los hogares del pueblo, anunciando que ya la fiesta había comenzado. Dos voladores estallaron ruidosos casi al unísono. María pensó, que estos dos sonidos le acompañarían durante los días siguientes, y una prisa extraña la invadió, puso alas en sus manos y en sus piernas y aceleró el ritmo de su corazón al recordar todo lo que aún le quedaba por hacer.

Subió a despertar a sus hijos ya que a las once tendría lugar el encuentro de fútbol femenino entre los equipos de La Tambora y El Pino, y ellos no querrían perdérselo. Como tampoco se perderían esa tarde la carrera de bicicletas.

Después de comer, Mari Tere la ayudó con los preparativos de la cena.

-¿A qué hora vienen las chicas? –Preguntó a su hija.

-Cristy me dijo que vendría sobre las seis. Tenia que ayudar a su madre antes de venir, como se queda hasta el lunes. Y Julita supongo que vendrá con los tíos.

Comenzó a freír el conejo y la casa de inundó con el olor del adobo.

-¡En esta casa huele a fiesta! -Su cuñada y sobrina acababan de llegar.

-Llegan justo a tiempo. -Saludó Mari Tere- Así ayudas a mamá. ¿Vamos Julita?

-Y tú, ¿qué vas a hacer?

-Vamos a casa de Carmita, a pintarnos las uñas…

-¡Será caradura!

María y su cuñada rieron ante la salida precipitada de las chicas.

-¡Mira qué es fresca! -dijo- No te esperaba tan temprano.

-Vine pronto para ayudarte.

-¡Mujer! No era necesario que te molestaras.

-¡Claro que sí! No íbamos a venir justo a la hora de comer. Voy arriba a colgar la ropa de esta noche en el armario para que no se arrugue, y regreso a echarte una mano.

-¿Dónde dejaste a José?

-Se encontró con tu marido en la carretera y se quedaron haciendo planes para ir a la Lucha.

-¿Quién lucha? Lo leí en el programa, pero no lo recuerdo.

-El Benchomo y El Florida.

-Con razón no quieren perdérsela. -Su cuñada se alejaba rumbo a las habitaciones.

-Cuelga tus cosas en el armario de Manolito, el de tu sobrina lo invadirán las amigas esta tarde.

-¡Cómo siempre! -rieron las dos.

-¿Sabes Mary? -Tomaban café, sentadas a la mesa de la cocina- Al oír a nuestras hijas y a sus amigas, riendo y cuchicheando en la habitación, me vino a la mente la época en que tú y yo teníamos su edad, ¿te acuerdas?

-¡Quién puede olvidarlo! Hace más de un mes que no pienso en otra cosa. ¿Quieres un rosquete? Los hice anoche.

-Sí, gracias. ¿Por qué será que todos los años nos pasa lo mismo? Llegan estas fechas y la mente regresa al pasado sin poder evitarlo.

-Fueron buenos tiempos.

-También ahora lo son.

-Son buenos, pero distintos, al menos para nosotras. Entonces vivíamos la fiesta con aires de inocencia, con una ilusión viva y latente. Cada minuto que nos acercaba a ella tenía algo de mágico y eterno. No olvides que era la única diversión que había en el pueblo y la esperábamos con impaciencia todo el año.

-¡Es verdad! ¿Sabes de qué me acordé el miércoles? Que era el día que nos sentábamos en la carretera a esperar el camión de la noria.

-¡Con qué impaciencia contemplábamos como montaban cada una de sus piezas!

-Hace tiempo que no viene nada de eso a la fiesta, la verdad es que los niños no tienen muchos entretenimientos.

-Tienen el festival infantil, los deportes y el tenderete de chucherías que visitan cada día. Manolito me viene cada tarde con un trasto nuevo.

-En algo se tienen que entretener y para que se ponga malo con tanta golosina,  mejor es que gaste el dinero en juguetes.

-Hasta en eso se nota el cambio. Ahora no saben en que gastar el dinero y antes nos contentábamos con degustar los únicos helados que podíamos comprar en todo el año.

-¡Los del carrito ambulante! ¡Qué ricos eran!

-¡En fin! ¿Qué te parece si aparcamos los recuerdos y aprovechando que la comida está casi lista, nos damos una ducha antes de que llegue la invasión?

-Me parece una excelente idea. ¿A qué hora empieza el baile?

-A las diez y media. Pero nosotras no podremos ir tan pronto. Sabes que después, de la lucha vienen los muchachos con sus amigos a echar unos tragos a la bodega, y entre eso y la cena…

-Las dos de la mañana.

-¡Cómo cada año! -Rieron las dos.

-¿Qué orquesta viene esta noche?

-La Paraíso.

-Entonces habrá una buena verbena.

-Eso espero y que dure hasta bien tarde, así la podremos disfrutar nosotras también.

 

 

El repiqueteo de las campanas y el ruido de los cohetes la despertaron sobresaltada. ¡Se le habían pegado las sábanas! Miró el reloj y vio que eran las nueve y media. Saltó de la cama nerviosa y salió sigilosamente la habitación. Manuel dormía apaciblemente.

Curioseó por el resto de la casa y comprobó que todo el mundo dormía a pierna suelta. Entró en la cocina para repararse un café que la despejara y mientras lo tomaba miró por la ventana. El pueblo entero parecía dormir, sólo en un par de casas podía ver como se movía sigilosamente alguno de sus moradores, agasajando a los animales en silencio para evitar despertar con el ruido a cuantos habían trasnochado. Ella hizo lo mismo, echó de comer a las gallinas y a los conejos que ya se removían inquietos por la tardanza y entró en baño para ducharse. Salía de é1 cuando tropezó con su marido que bajaba de la habitación.

-¡Buenos días, dormilón!

-¿Qué haces?

-Ya ves, darme una ducha antes de que se despierten las chicas. ¿Quieres desayunar?

-Claro, ¡estoy hambriento!

Entraron en la cocina.

-¡Son casi las diez!… No sé como pude dormir tanto.

-Porque anoche nos acostamos a las tantas, yo también me levanté ahora.

-¿Echaste de comer a los animales?

-Sí.

-Y tú ¿Qué vas a hacer ahora?

-A despertar a las chicas para ir a misa.

-¿Tan pronto? ¿La misa no es a las doce y media?

-Si, pero es cantada por el coro del pueblo y se reúne mucha gente. Hay que ir temprano para coger sitio.

-¿No inauguran hoy también la exposición?

-A las once. ¿Por qué?

-Porque me gustaría ir a verla.

-Podemos ir a la tarde, antes de la lucha que no empieza hasta las seis. Espero que sean puntuales y no pase lo de otros años, que llega la hora de la procesión y no hay hombres en la plaza para cargar a San José.

-De todas formas, oí decir que la procesión la hacían este año a las diez, no creo que la lucha dure tanto. Aunque nunca se sabe, como es amistosa…

-Pues aún así me gustaría que no se retrasase.

 

 

Recogía los últimos cacharros del almuerzo en la soledad de la cocina. En la casa reinaba el silencio roto sólo por los trinos del pájaro que cantaba en el patio. Su marido y las chicas dormían la siesta para recuperar así el sueño de la noche anterior después de haberla ayudado a recoger la mesa. Ella también tenía sueño, no en vano fue la última en acostarse y la primera en levantarse, pero no podía permitírselo o luego se le retrasaría todo. Mari Tere y sus amigas habían hecho una espléndida ensaladilla aquella mañana, pero ella tendría que arreglar el cherne que tenía de remojo. Suspiró y puso la cafetera al fuego. Abrió la ventana para dejar paso al aire más o menos caliente del mes de agosto que al menos ventilaría la cocina caldeada de tanto guisar.

Oteó el exterior. Desde allí podía ver un trozo de carretera, bastantes casas y grandes espacios de terreno que los vecinos tenían plantados dando al paisaje del pueblo un aire de verdor con sus cultivos.

Todo el mundo parecía dormir con el calor del mediodía.

De pronto, una ráfaga de viento le trajo el sonido de los timples y guitarras. Sonrió imaginándose a la Parranda de la Tambora recorriendo los caminos y visitando a los vecinos que les acogerían en sus hogares con agrado y simpatía, brindándoles por su atención con los mejores vinos y comidas de la casa. Dedicó un aplauso mental a la gente que, como esta parranda, seguía cultivando y fomentando las costumbres y tradiciones de la tierra.

Ya iba a retirarse de la ventana cuando vio acercarse por el camino a su vecina Mari Carmen. La saludó con la mano y fue a abrirle la puerta para evitar que el sonido del timbre despertara a su familia.

-¡Hola! -saludó en voz baja- ya no te esperaba.

-¿Están durmiendo?

-Todos menos Manolito que ya se fue a jugar y yo que no tengo más remedio que seguir.

Caminaron hacia la cocina en silencio y cerraron la puerta acomodándose en la mesa.

-¿Quieres un café? Acabo de hacerlo.

-A eso vine, no me apetecía tomarlo sola y en mi casa también impera el sueño. -Rieron en voz baja.

-Yo también me estaba cayendo, pero como tengo que preparar la cena no quise retrasarme.

-Yo tengo la cena resuelta. Hice comida suficiente al mediodía con esa intenci6n.

-Yo no fui tan previsora.

-¿Tienes gente a cenar?

-Mis suegros y las amigas de Mari Tere. ¿Y tú?

-Mi hermana y mi cuñado, pero sabes que siempre aparece alguien. ¿Vas luego a ver el festival infantil?

-¿A qué hora era?

A las seis, y luego habrá una exhibición de Taekwon do que organiza el Gimnasio Achinech.

-No sé si me dará tiempo. Me gustaría ir, pero… todo depende de lo que adelante en la cocina. –Servía el café a su amiga.

-Yo tengo que ir para llevar a Rubén, si quieres te llamo.

-De acuerdo, haré lo posible por ir, de todas formas a la procesión iremos juntas ¿no?

-¡Naturalmente! ¿Quién sino va a acompañar a San José y a la Inmaculada?

-Y al cura, autoridades, danza de cintas, banda de música… -Rieron al unísono- Por cierto, la Pirotecnia Jordi es de Arafo ¿verdad?

-Si, y espero que este año se luzcan como los anteriores.

-Yo espero que la gente no se olvide de que la procesión es un acto de recogimiento y no un paseo público donde sólo se va a hablar.

-La verdad es que a veces nos pasamos un poco. Y cambiando de tema, ¿habrá esta noche baile después de la procesión?

-¡Desde luego! Y como suele decirse, amenizado por una Gran Orquesta. Jajaja.

 

Sentados en torno a la mesa, almorzaban tranquilamente.

-¿Irás esta tarde a jugar a las cartas? -Preguntó María a su marido.

-Quedé con Arturo a las seis para ver la final de Tute, aunque nosotros jugamos a las siete y media en la final de Seis. Y mañana martes jugamos la final de envite, este año nos apuntamos a todo.

-Haber si tienen suerte y ganan en algo. ¿No es también mañana la final de dominó?

-A las siete seguramente nos quedaremos a verla.

-El miércoles iré con Carmita a ver la final de ajedrez. -Intervino su hija- Como juega su primo…

-Pues  yo  no pienso  perderme  ese  día  la  semifinal  de fútbol sala. -dijo manolito- Ni el jueves la lucha infantil entre el Escobonal y el campitos.

-Parece que vamos a tener una semana ajetreada. -Sentenció Manuel- Espero que tanta fiesta no nos aparte de nuestras obligaciones.

-Descuida papá. Por mi parte sólo pienso ir al ajedrez y el viernes por la noche al festival de música juvenil.

-¿Ya sabes que grupos vienen?

-La Huella, Entre Líneas y Avidez. Además, dicen que luego habrá un desfile sorpresa y una degustación de Cerveza.

-Entonces no podemos perdérnoslo. -Bromeó su padre- Sobre todo lo de la cerveza. -Rieron todos.

 

 

-¡Mamá! Me voy a ver la final de fútbol sala, son casi las cinco.

-¿Ya merendaste? – Preguntó ella alzando la cabeza del bastidor.

-Si,  me tomé un vaso de leche y me voy comiendo las galletas por el camino.

-¡Pero hijo! ¿Por qué no meriendas con tranquilidad?

-¡Porqué se me hace tarde mamá!

-De acuerdo. -Siguió calando- ¿Vas a buscar a Salva?

-¡Claro!

-Avisa a tu hermana que está allí, creo que querían ver la final de dardos y es a la misma hora.

-¡Vale! Adiós.

-¡Hasta luego! ¡Y no corras…! ¡Este chico! siempre tiene prisa

A través de la ventana lo vio correr hacia casa de Mari Carmen. Él y Salva eran inseparables. También sus hijas se llevaban muy bien. Siempre habían ido a los mismos colegios, tenían las mismas aficiones y compartían las amigas y las diversiones. Seguro que aquella noche irían juntas a la verbena, acompañadas de las otras amigas, que una vez más invadirían su casa y la de su vecina. A todas les gustaba la orquesta España de Arafo que estaría desde las diez poniendo el ritmo en los cuerpos de los jóvenes y de los menos jóvenes.

 

Eran las seis de la tarde. Sentada en la plaza María esperaba pacientemente el comienzo del festival folklórico acompañada de su suegra, su cuñada y su vecina Mari Carmen. También por la mañana habían ido juntas a la misa que se ofrecida por los difuntos del pueblo.

-Seguro que empieza con retraso. No debimos venir tan pronto.

-¡Cómo lo anunciaron para las seis!

-No sé porqué lo hacen tan temprano.

-Para que todo el mundo lo pueda ver completo, así el que tenga que irse para Santa Cruz hoy podrá verlo todo sin que se le haga muy tarde.

-Ya José me estaba diciendo que no se quedaría hasta el final. Pero no creo que a Julita le haga mucha gracia irse antes de que acabe. Como actúa el grupo Verode y ella conoce a alguno de sus componentes…

-¿Por fin participa la Rondalla Axaentemir? Oí decir que se habían vuelto a unir.

-Actúa la de los adultos y también la de los niños.

-¿Y quién más viene? -Se interesó su suegra.

-Un grupo que canta folclore sudamericano, Guayaqui 3 y no sé si vendrá alguno más. También entregan hoy los trofeos a los ganadores de los distintos campeonatos y los juegos.

-Entonces tendremos festival para rato, y promete ser entretenido.

-¡Miren! Ya va a comenzar.

¡Shsssss…

 

Se tumbó exhausta en la cama. Había despedido minutos antes a sus suegros y amigos. En sus oídos permanecía aún el eco de los timples y guitarras, el suave sonido del arpa y el estridente de los aplausos de la noche.

Pensó que la fiesta ya había terminado y un suspiro se escapó de sus labios. ¿Nostalgia o tal vez cansancio? Seguramente un poco de todo. Mañana, con la recogida de los arcos y banderas, comenzaría de nuevo la rutina del pueblo.

Atrás quedaba la música, los cohetes, las visitas, el ir y venir a la plaza, las prisas… Cerró con la imaginación el baúl de los recuerdos, que guardaba en su interior alguno más.

Y allá, en lo más profundo de su mente medio adormilada, se encendió una lucecita de ilusión por la fiesta del próximo año”.

Si no recuerdo mal, estas dos son mis únicas colaboraciones con las fiestas de El Escobonal. Sin embargo con los programas de El Tablado colaboré con mayor frecuencia dado que pasaba allí todos los veranos y siempre colaboré con las fiestas en todo lo que pude y supe.

Pero eso… ya lo contaré otro día.

Published in: on 8 septiembre, 2010 at 20:37  Deja un comentario  
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Todo sobre mi libro «Agacheros, 60 años de folclore»

INTRODUCCIÓN

 Sentada en mi atalaya predilecta, allá en lo más alto de La Tambora, junto al camino que fuese antaño testigo de mis juegos infantiles, recorrí una vez más con la mirada todo el panorama que quedaba a mi alcance.

Desde allí podía ver casi todo el pueblo o al menos gran parte de él, desde  la casa de Aniceto en La Montaña hasta la de mi abuelo Leoncio en La Tirada. Pude contemplar las copas de los árboles de la plaza y el campanario de la iglesia, las huertas, las casas, la serpenteante carretera. El viento trajo hasta mis oídos el ladrido de un perro en la distancia, el único sonido que pude percibir desde la altura. A mi alrededor todo era paz, silencio, serenidad, recuerdos…

De pronto, me sentí estremeces, ¿qué pasaba…? algo fallaba en mi paisaje; éste no era el paisaje que deleitaba, en mi infancia, las meriendas en el camino. Volví a mirar fijándome esta vez en los detalles y el escalofrío volvió a recorrer mi cuerpo; entonces lo supe. A mi alrededor, y en casi toda la extensión del pueblo que podía ver desde allí, el deterioro y el abandono eran latentes; pareces caídas, hierbas secas, casas abandonadas… una punzada de dolor atravesó mi corazón. Cerré los ojos y por un momento viajé en el tiempo.

Tras mis párpados cerrados apareció de nuevo el paisaje familiar. El color verde predominaba con fuerza en todas sus tonalidades; el verde de la rama de las papas, el verde de las higueras y pencones, el verde de las múltiples cosechas, verde, verde, verde… Todo el pueblo resplandecía de verdor; el cual, rivalizaba con el blanco de la cal en la fachada de las bien cuidadas casas que se encontraban habitadas en su totalidad; incluso las cuevas y bodegas blanqueaban a la luz del sol.

Desde los más diversos rincones traía el viento retazos de conversaciones, el ladrido de los perros guardianes, el balido de las cabras que no faltaban en cada casa y miles de sonidos indicadores de vida y de actividades cotidianas.

Casi pude percibir el olor del potaje de mi madre llegando desde la cocina, mezclado con el de la gran variedad de flores que cultivaba mi tía Luisa en el largo poyo del callejón.

Rememorando fechas especiales, vino de nuevo hasta mí el familiar sonido de la fiesta; repiquetear de campanas, estallido de voladores, la mú7sica, que ponía alas en nuestros pies haciendo que el camino hasta la plaza nos pareciera interminable… la música, amiga y compañera de la mayoría de los habitantes del pueblo. Gente que vibra ante el sonido de un timple bien tocado; que llora con la letra de las malagueñas; que se agita inquieto por iniciar los pasos de una berlina; que alza la voz con orgullo para entonar unas folias…

Me detengo en este punto de mis recuerdos y pienso en las personas que han formado parte de la música y el folclore de mi tierra. Desde Josefina Marrero y las primeras parrandas y orquestas que tuvo el pueblo, hasta la última rondalla que comienza su andadura en estos días, han sido cientos de personas. Nunca me había detenido a pensar en esto.

Analizando la peculiaridad de un pueblo dedicado estrictamente a la agricultura, no resulta extraño que las costumbres y el folclore permanezcan tan arraigados, aún hoy, en sus gentes, ya que los timples y las guitarras fueron durante años la única diversión para la mayoría de ellos. En lo más profundo de sus bodegas se afinaban las oces con un buen vaso de vino y las gargantas se rompían entonando con sentimiento las coplas de una canción.

En los salones donde se celebraban bailes, sonaban las polkas tradicionales de la zona, predominando la famosa berlina. En definitiva, lo único que se ha conservado intacto con el paso de los años, y que sirve como vínculo a sus habitantes, es la música, y mas concretamente, el folclore tan peculiar de Agache; un folclore puro, auténtico, transmitido de padres a hijos; un folclore sin adulterar, producto de nuestras raíces.

El orgullo de ser agachera inundó una vez más mis pulmones de aire puro. Abrí los ojos y repasé de nuevo el paisaje que ya no me pareció tan seco ni tan triste, y esforzándome un poco, casi pude escuchar el rasguear de más de una guitarra en el corazón de algunas de las casas que aún permanecen habitadas, y el sonido de una voz rasgando el aire con los sones de la berlina.

Pensé que la lucha de estas personas por preservar un patrimonio tan importante merecía todo nuestro respeto, y sentí que debía contribuir de alguna forma a divulgar la perseverancia de un pueblo que al filo del siglo XXI continúa intentando que no se pierdan las tradiciones que dan identidad a nuestra tierra.

Ese afortunado día nació la idea de escribir un libro que me gustaría sirviera para que nuestros descendieres conozcan la importancia del patrimonio que se les ha legado y sientan la necesidad de continuar la labor iniciada por sus mayores.

Apoyemos entre todos los movimientos folclóricos de la comarca ya que, desde mi punto de vista, son mucho más que música, nuestro folclore es… EL ORGULLO DE UN PUEBLO.

 Así comenzaba mi primer trabajo sobre folclore canario, con un libro que escribí porque de alguna forma pensé que se lo debía al pueblo de donde proceden mis raíces, El Escobonal, y a las gentes casi anónimas para el público en general que han dedicado su vida a él.

El trabajo de campo necesario para realizar el mismo duró algo más de dos años, realizando entrevistas a cuantas personas sabía que habían estado vinculadas, de una forma u otra, al folclore de Agache. Los que conocen este tipo de trabajo recopilatorio de vivencias y recuerdos es conocedor también de que en muchas ocasiones no todas las versiones coinciden, por lo que después de realizado el recorrido hay que evaluar que datos sería correcto usar para contar una historia. Y cuando esa historia tiene tantos protagonistas, no siempre se puede contentar a todo el mundo, por lo que mi criterio en esa ocasión fue seleccionar los datos donde más personas coincidían. Me consta que alguno de los entrevistados se sintió frustrado al leer mi libro, pero… No siempre se puede contentar a todos. Vaya por delante mi agradecimiento a cuantos me recibieron en sus casas y me dedicaron su tiempo compartiendo conmigo sus recuerdos.

Aún en pleno proceso de recopilación se puso en contacto conmigo el Tagoror Cultural de Agache. Asociación que fue creada hace muchos años bajo la dirección de Octavio Rodríguez y que hasta la actualidad vela por la conservación del patrimonio cultural de la zona. Ellos fueron los principales artífices de que mi libro viese la luz en 1998.

Por entonces mi nombre no estaba aún vinculado al folclore, pero debo reconocer que fue ese trabajo el que me dejó prendada de él, no pudiendo dejar a partir de ese momento de estudiar e investigar todo lo relativo al mismo tanto dentro de la comarca como fuera de ella, prueba de ello son los trabajos posteriores sobre folclore canario.

Este libro contó con las ilustraciones de un gran dibujante de la zona, Juan Ángel García, quien por entonces cursaba sus últimos estudios en la Universidad de Bellas artes de Santa Cruz. Nueve ilustraciones que pusieron imagen a los protagonistas reales del libro, los componentes de la Rondalla El Escobonal, Coros y Danzas de El Escobonal, Axaentemir, Los cinco de Agache, Aires de Agache, Atenguajos, Danzas de cintas y Rondalla infantil.

Dediqué, como no hacerlo así, este trabajo a mi madre Hilda Pérez y a mi hijo Eduardo Pérez, por los motivos que rezan en dicha dedicatoria:

“A mi madre, por haber sembrado en mí la semilla del folclore y el amor por su tierra.

Y a mi hijo Eduardo, porque en su corazón a germinado dicha semilla,  para  que  aprenda  a  valorarla y conservarla”.

El prólogo tuve el privilegio de que un hijo ilustre de la zona tuviera a bien aceptar el encargo de realizarlo, me estoy refiriendo a don Octavio Rodríguez, historiador, cronista oficial de la ciudad de Güímar, profesor de botánica de la Universidad de La Laguna, escritor y sobre todo un amigo cuyas puertas siempre han estado abiertas para mi.

Cuenta Octavio en su prólogo:

“Constituye para mí una nueva experiencia escribir sobre Agache en un libro del que no soy autor. Pero si cabe mi satisfacción es aún mayor, pues no sólo tomo la pluma para celebrar el nacimiento de un libro, escrito sobre uno de los temas más significati­vos de la personali­dad de esta Comarca, su folclore, sino que lo ha hecho una paisana y amiga, la escobona­le­ra Luisa Chico Pérez.

Hace tan solo un año tuve la oportunidad de presentar en la plaza de San José de El Escobonal, con motivo de las Fiestas Patrona­les, la primera novela de Luisa. Ahora me ha invitado a prologar este interesante trabajo de investigación y no me he podido negar por tres motivos principales: en primer lugar por la autora, a la que aprecio y admiro por su enorme capacidad de trabajo; en segundo lugar por el lugar estudiado, la Comarca de Agache, en la que he nacido y a la que he dedicado los mejores años de mi vida, tanto en la actividad pública como intelectual; y en tercer lugar por el tema abordado, el folclore tradicional, al que me unen estrechos vínculos familiares.

Cuando, hace ya más de dos décadas, inicié mis investigacio­nes sobre la historia de la Comarca de Agache, comprendí que más temprano o más tarde iba a tener que profundizar en las raíces folclóricas de esta tierra, sin duda las más sólidas de todo el Sur de Tenerife, pues no se puede hablar de Agache sin conocer su arraigada y prestigiosa tradición musical. De este convencimiento nació el artículo «Historia del folclore en Agache», publicado en el periódico El Día, el 29 de Mayo de 1983 y reproducido en el libro Guía de la Comarca de Agache (1993). Más adelante incluí un amplio apartado sobre la danza y los grupos folclóricos de esta comarca en el artículo «Ayer y hoy de las actividades culturales del municipio de Güímar», publicado en El Día el 29 de junio de 1984, en un suplemento especial dedicado a este municipio. Y recientemente, en el Programa de las Fiestas Patronales de El Escobonal en honor a San José del presente año, he abordado la vida de «Los tamborileros de la Danza de las Cintas, una saga de folcloristas escobonaleros», en el que se reprodu­cían dos artículos que había publicado con anterioridad en El Día.

Pero la redacción de un trabajo más ambicioso sobre el folclore de Agache necesitaba una mayor dedicación de la que yo en estos momentos disponía, por falta de tiempo. Por ello me alegré mucho cuando Luisa me comunicó que tenía muy avanzado un estudio sobre esta parcela de la vida agachera, pues aunque reconozco que me hubiese gustado hacerlo a mí, conocía mi imposibilidad momentánea para elaborarlo y la necesidad que existía de darlo a conocer.

Hablar del folclore de Agache supone para mí, inevitablemen­te, traer a la memoria el recuerdo de mi padre, Domingo Octavio Rodríguez Díaz, quien desde los 11 años comenzó a puntear una vieja guitarra de su padre, que tenía tan sólo una o dos cuerdas, al mismo tiempo que comenzaba a aprender su oficio de carpintero. Fruto de la combina­ción de sus dos aficiones fue la cons­trucción, con sus propias manos y casi sin herramientas, cuando sólo contaba 12 años de edad, de un primer violín; a éste siguió otro a los 13 años y un tercero a los 14 años. Poco tiempo después formó, con otros jóvenes de El Escobonal de Arriba, una orquesta que se habría de llamar «La Alegría»; ensayaba en su casa paterna, en La Hoya, con un repertorio inicialmente limitado al folclore canario. Actuaron en públi­co durante 16 años (de 1939 a 1955). Además, durante las fiestas patronales y las Navida­des, y con otros músicos de la Comar­ca, recorrían el pueblo parran­deando, de casa en casa, durante varios días. También formó parte, desde su creación, del Coro Parroquial, al que acompañaba siempre con su violín; ¿quién no recuerda los solos de este instrumen­to al interpretar el villancico «Lo Divino» en Navidad?

Mi padre también perteneció a la primera Rondalla de El Escobonal. Luego, mientras formó parte de la orquesta «Ritmos del Sur», permaneció durante años alejado del folclore. Pero a finales de 1980 se incorporó a la ronda­lla «Axaentemir», fundada en ese mismo año, en la que tocó primero el violín y luego la mandolina; a ella siguió siendo fiel tras la escisión de varios de los más antiguos compo­nentes, para constituir el grupo «Amigos de Agache», por cuyo motivo sería el decano de todos los componentes de la misma.

Tras la desaparición de la rondalla, la actividad musical de Octavio se limitó durante varios años al Coro Parroquial, hasta que el sábado 10 de julio de 1989 comenzó a actuar con la Rondalla del Club de la Tercera Edad de Güí­mar (creada en 1983), con un compañero de sus inicios musica­les, don Fortunato Gómez Cubas. Tocaba el violín y la mandolina y en ella perma­neció hasta su fallecimien­to, bajo la dirección de otro paisano, y también compañero de la orquesta «La Alegría», don Julio Díaz Gómez (Yuyo). Había actuado en ese tiem­po en numero­sas fiestas y romerías, sobre todo en el Valle; no obstante, a muchas de las actuaciones no pudo acudir por tener que colaborar en el cuidado de su madre, enferma en cama. Músico vocacional, hasta el final acudió fielmente a los ensayos, a pesar de los pro­blemas de salud que ya comenzaban a manifestarse.

Simultáneamente, y a pesar de su jubilación como carpintero, nunca abandonó definitivamente las labores artesanas. Continuó realizando peque­ños trabajos, sobre todo repara­ción de instrumentos musicales de cuerda, en la que era uno de los prin­cipales especialistas de esta zona de la Isla, por lo que hasta aquí llega­ban laúdes, bandu­rrias, guitarras, timples, etc. de Güímar, Fasnia, Arico y otros pueblos de la comarca.

Antes de que existiesen grupos folclóricos organizados, Agache contó con pocas pero brillantes individualidades. Entre ellas destacó la cantante Josefina Marrero, quien perteneció durante años a la Masa Coral Tinerfeña, con la que viajó a la Península en 1935, para participar en un festival celebrado en Madrid, en represen­tación de las Islas Canarias. A dicho viaje se sumó otro viejo folclorista escobona­lero, don Cirilo Díaz Díaz (el Tamborilero), uno de los hombres más conocidos de este rincón tinerfeño. De ambos se ocupa Luisa en este libro, haciendo completas semblanzas de su actividad musical.

También debemos recordar a las populares orquestas de baile que se prodigaron en El Escobonal desde comienzos de siglo. Entre ellas destacaron: las fundadas por don Joaquín Rodríguez y don Severino de la Rosa (el Negro); la de «los Peregrinos», luego llamada «La Alegría», en el Escobonal de Arriba; la de «Los Abejones» o «El Pencón», en el Escobonal de Abajo; y la dirigida por Honorio en Lomo de Mena. Todas ellas comenzaron siendo sólo de cuerda e interpre­tando exclusivamen­te música folclóri­ca, para luego admitir instrumen­tos de viento e incorporar otras piezas bailables, como pasodobles y melodías sudamericanas. Dado su protagonismo en la vida de muchas genera­ciones de agacheros, en la actualidad estoy escribiendo la historia de estos grupos para incluirla en el programa de Fiestas de San José del próximo año.

La primera Rondalla de El Escobonal fue una de las pioneras de la isla y llegó a ser considerada como una de las mejores, a pesar de que sólo se mantuvo durante un corto período, teniendo en la cantante Josefina Marrero uno de sus más firmes valores. Formada con miembros de las antiguas orquestas de baile, fue la agrupación más nutrida que ha tenido esta Comarca, pues contó con 42 tocadores y unas 20 parejas de baile. Actuaron en la Romería de San Antonio Abad de Güímar, en las Fiestas Patrona­les de San Pedro de la misma localidad, y en la ciudad de La Laguna.

Tenemos constancia de que en las Fiestas de San Pedro de Güímar se organizaron, durante cuatro años consecutivos, unos afamados concursos folclóricos. Según se recuerda, la Rondalla de El Escobonal participó en dos de ellos; en uno concursó con la «berlina» y se llevó el primer premio, mientras que al año siguiente sólo se le concedió el segundo, al prohibírsele interpretar dicha pieza y desear el jurado agradar con el primero a la Rondalla «Guayarmina» de Las Palmas, lo que motivó las airadas protestas del público. También se llevaron en uno de esos concursos el premio de solistas, gracias a unas folías cantadas por Josefina Marrero. Sabemos que la Rondalla de nuestro pueblo participó en el primero de los concursos de que tenemos noticias, junto a otras «nutridas agrupaciones» de los pueblos de Güímar, Arafo y Candela­ria; éste tuvo lugar el 28 de junio de 1948, víspera de San Pedro, en el Teatro-Cine de Güímar, y consistió en un «gran Certamen de Rondallas y cantos típicos» que se inició a las tres y media de la tarde. Pero no tenemos pruebas de a cuales de los tres restantes acudió nuestra rondalla. No obstante, por su interés recorda­mos como se celebraron éstos.

El mismo día del siguiente año, 28 de junio de 1949, a las tres de la tarde, se inició otro «gran concurso de rondallas y cantos típicos«, pero esta vez en el patio del Ayunta­miento y «con reparto de importantes premios en metálico«; en él participaron «valiosas agrupaciones de toda la isla«. El 28 de junio de 1950, a la misma hora, comenzó otro certamen de rondallas en el Teatro-Cine, con la participación de «nutridas agrupaciones de los diferentes pueblos de la Isla» y entrega de premios a las mejores agrupaciones; el fallo del jurado se dio a conocer en el transcurso de una «gran fiesta de exaltación Regional«, que se inició a las once de la noce en el mismo local. El jueves 28 de junio de 1951 tuvo lugar el último «Gran Concurso de Cantos y Bailes Regionales«, que se celebró en la Plaza del 18 de Julio, adjudicándose cuatro importantes premios; antes de dar comienzo a este espectáculo, las diferentes rondallas asistentes efectuaron un recorrido por las principales calles de la población, para terminar en el lugar del certamen; a las 11 de la noche de ese mismo día comenzó en el Teatro-Cine la «gran Fiesta de exaltación regio­nal«, a la que asistieron todas las agrupaciones folklóricas que habían participado en el certamen, haciendo exhibiciones de cantos y bailes típicos; éste fue el último concurso folclórico celebrado en las Fiestas de San Pedro, en lo que probablemente mucho tuvo que ver el polémico fallo del jurado que había destronado a la Rondalla de El Escobonal de su merecido premio.

Una de las principales labores de esta primitiva agrupación fue el rescate de antiguos ritmos folklóricos, entre los que destacaban la «berlina» (considerada sin exagerar el himno de Agache) y el «pasacatre», que según eruditos e investigado­res, se incorporaron a nuestro folklore a principios del siglo XIX y cuyo arraigo en nuestra comarca se puede observar en la siguiente copla:                                    

                                               El baile de la berlina

                                               es un baile muy formal.

                                               El pueblo donde se baila

                                               es en El Escobonal.

Esta labor de investigación se debió a don Joaquín Rodríguez, en la parte musical, y a doña Dolores, doña Carmela y don Polo en el baile; quienes asimismo transmitieron sus conocimientos a la rondalla que se habría de formar años más tarde.

El folclore resurgió en El Escobonal a mediados de los años sesenta, de manos del recordado cura párroco don Julio Herrera, bajo cuya iniciativa, en colaboración con el recién creado Club juvenil «Géminis» (posterior­mente Teleclub) y con el patrocinio de la Sección Femenina, se creó una nueva rondalla, que comenzaría su trayectoria artística en agosto de 1967 y que alcanzaría tanta popularidad como la anterior. Se la denominó «Grupo de Coros y Danzas de la Sección Femenina en El Escobonal» y llegó a tener 10 músicos, dirigidos por don Joaquín Rodríguez, y 20 bailadores bajo la dirección de don Hipólito Díaz (Polo el Abogado), que interpretaba y enseña­ba los bailes. Su primera actuación tuvo lugar el 18 de mayo de 1968 en el primer aniversario del Club Juvenil «Géminis» de El Escobonal.

Todavía está pendiente ese merecido homenaje que se le debe al recordado párroco don Julio Herrera González, quien sólo permane­ció en El Escobonal seis años, pero en ellos fue el motor social y cultural de este pueblo. Él fue fundador e impulsor de las Cáritas parroquial, así como del Teleclub «Géminis», de la menciona­da Rondalla y de la Cooperativa de Calados, e incluso promovió una sociedad de agricultores para construir una presa en el Barranco de Amorín, que no llegó a hacerse realidad por falta de apoyo de las entidades públicas.

Volviendo a la rondalla, comenzó a actuar con trajes prestados, pero enseguida decidie­ron confeccionar su propio vestuario. El modelo de traje original que le hizo llamar la atención en todas sus actuacio­nes presentaba como novedad jubón negro en lugar de justillo, falda blanca y refajo rojo en la mujer, mientras en el hombre lo más que resaltaba era la presencia de unas alforjas. Este modelo era producto del estudio in situ realizado en los años cincuenta por el artista chasnero don Alfredo Reyes Darias, quien lo pudo recons­truir basándose en testimonios vivos y prendas antiguas. Se trata de un traje de transición entre el siglo XIX y XX, que se ha seguido utilizan­do, casi en exclusiva, por los grupos folclóricos de este pueblo.

De su brillante trayectoria, minuciosamente detallada por Luisa en las páginas de este libro, sólo quiero destacar uno de sus inolvida­bles momentos. Aún recuerdo con emoción el día en que se celebró la final provincial de la Prueba Regional del XVIII Concurso Nacional de Coros y Danzas de la Sección Femenina, celebrada en el Teatro Guimerá el jueves 15 de Mayo de 1969, a las 12 de la mañana, presentada por los locutores Loly Rosales y Luis Zárate, y retransmi­ti­da por Televisión Española en Canarias. Actuó en su doble vertiente, como grupo de Danzas Antiguas y como grupo sencillo de Coros y Danzas, y el traje que estrenaban en dicho acto causó tal admiración, que las reseñas periodísti­cas del evento se acompañaron como única imagen con la fotografía de esta rondalla. Ese día El Escobonal paralizó su actividad y todos los vecinos nos concentramos ante los aún escasos televisores que existían en el pueblo para ver actuar a nuestra rondalla. Era la primera vez en la historia que por televisión se pronunciaba el nombre de El Escobonal, lo que a todos nos llenó de emoción y orgullo; muchas lágrimas se derramaron ese día en esta localidad; lo de menos era el resultado del concurso, en el que por cierto obtuvieron el tercer premio en Danzas. El grupo causó muy buena impresión, hasta el punto que la Delegada Provincial de la Sección Femenina escribió a don Julio «para felicitar al Grupo muy especialmente por su buena actuación y disciplina» durante el concurso, previendo en otra carta que «no dudamos hará un buen papel en el futuro«.

Sin embargo, el traslado del párroco don Julio, el cambio de domicilio a Santa Cruz de varios miembros y el matrimo­nio de otros, así como graves problemas económicos y la falta de ayuda por parte de los organis­mos oficiales, llevaron a la desaparición de este grupo folklórico, tras siete años de brillante trayectoria.

 Pero cuando se disolvió esta rondalla no dejaron de oírse en la isla los sones de la berlina y del pasacatre, pues en los primeros meses del año 1976 miembros del grupo de Coros y Danzas de Santa Cruz (posteriormente grupo folklórico «Achi­nech») se desplazaron a El Escobonal, donde recogieron, con la ayuda de don Polo, las menciona­das piezas, las cuales con la desaparición de nuestra rondalla, peligra­ban con perderse. La música fue recogida por el director de cuerda de Coros y Danzas, don Néstor Delgado González, y los bailes por varios de los componentes del cuadro de bailadores. En agosto de ese mismo año iniciaron una gira de casi dos meses por Francia y la Península, participando en el Festival Mundial de Confolens (Francia), en representación de España, donde interpre­taron, entre otros aires tradicionales de Tenerife, la «berlina» de El Escobonal. En el mes de septiembre grabaron un disco en Hispavox de Madrid, que también se reprodujo en casette; entre los temas incluidos figuraban la «berlina». No obstante, hay que señalar que dicho grupo no ejecutaba este baile tal como se hacía en El Escobo­nal, sino de distinta forma, existiendo diferencias notables tanto en los pasos como en las figuras.

Por esa misma época, componentes del grupo «Verode» se des­plazaron a El Escobonal para aprender, también de don Polo, los mencionados géneros folklóricos (berlina y pasacatre), divulgán­dolos en sus numerosas actuaciones y, luego, en discos y caset­tes. Posterior­mente, otras agrupaciones folclóricas los aprenderían de los anteriores grupos, como fueron: «Aythamy» de la casa de Venezuela (que incorporó la berlina a su repertorio a partir del disco grabado por Coros y Danzas), Los Majuelos, etc., contribuyendo así a la difusión de dichos géneros.

Mención aparte merece la histórica Danza de las Cintas, cuya fundación se remonta al 10 de junio de 1788, cuando el capitán don José Delgado Trinidad, don José Martín de Ledesma, don Francisco Martín de Castro, don Juan Núñez, Martín de Ledesma y don Juan Jorge de Fleitas, en su nombre y en el de otros muchos vecinos de Güímar, se dirigieron al Obispo de la Diócesis para exponerle: «que nosotros hacemos en el presente a nuestra costa la función del Señor San Pedro Apóstol, Patrón de esta Parroquia, como costumbra anualmente, un año la mitad del vecindario y otro año la otra mitad (…) queríamos que se facilitara una Danza que formen algunos vecinos, y con la mayor tranquilidad y respeto acompañen la proce­sión, como así se practica en los pueblos de Arico, Granadilla, Villaflor, y otros muchos; y porque acaso (no impidiéndolo el Juez Real) puede el Venerable Beneficiado oponerse. Suplicamos a Vuestra Señoría Ilustrísima que en atención a lo que llevamos representado se digne mandar, al Venerable Parroco, no se entrometa, o impida el que se forme la referida Danza y acompañe la procesión; que así lo esperamos de la Justificación de V. S. Iltma.«. El Prealado diocesano dio su visto bueno a la pretendida fundación, encomendando al párroco que vigilase el cumplimiento de las Reales Órdenes que tratasen de dicha materia. Así surgió la Danza de las Cintas de Güímar, a la que siguió pronto la de El Escobonal, probablemente por iniciativa del mencionado capitán Delgado Trinidad, que había sido fundador y primer mayordomo de la ermita de San José. Luego se incorporó también a las procesiones de la Virgen del Socorro, como continúa al presente.

Desgraciada­men­te no conoce­mos la relación completa de los tambori­leros que acompaña­ron a estas danzas, pues sólo tenemos documen­ta­dos a tres de ellos, pertenecientes a una misma familia agachera. El primero fue don Gaspar Díaz Yanes (1824-1874), el Cojo de la Pita, cabrero y agricultor, que acompañó la danza hasta su muerte. Le sucedió su hijo primogénito don Cirilo Díaz Díaz (1857-1943), Cho Cirilo el Tamborilero, que tuvo que hacerse cargo de la danza a los 17 años de edad, ante la prematura muerte de su padre; recorrió con su música la geografía insular e incluso la llevó hasta la Península, al formar parte de una representación de lo más selecto del folklore canario; deleitó con su maestría a varias genera­ciones, ya que permaneció en activo durante 69 años, hasta su fallecimiento. Afortunadamente, con la muerte de Cho Cirilo no se extinguió, como se temía, la tradición musical de la familia, ya que su nieto don Isidoro Frías Díaz (1920) continúa haciendo oír en esta tierra el son del tajaraste; Isidorillo o Siorillo el tamborilero, como se le conoce, aprendió a tocar ambos instrumentos desde niño, observando los ensayos de su abuelo; a los 14 años de edad éste le prestó su tambor para que fuese aprendiendo en su conjunto el soporte musical de la danza y, tan sólo un poco tiempo antes de su muerte, cuando don Isidoro contaba casi 18 años de edad, le permitió que tocase su flauta; a pesar de sus achaques, continúa en la actualidad haciendo vibrar la tierra canaria con el ritmo del tajaraste, al amparo del palo de la danza y bajo la sombra multicolor de las cintas; llevando ya en ello, ininterrumpidamente, más de medio siglo (53 años). Aparte de don Isidoro, únicamente su tío don Domingo Díaz Lugo (1895-1967), había here­dado también la afición por el folklore y la danza; aunque sólo aprendió a tocar el tambor, pudo con ello fundar la danza de las cintas en Fasnia, donde contrajo matrimo­nio y se estableció en 1924; afortunadamente ha per­vivido hasta el presente.

Según la tradición oral, la Danza de El Escobo­nal, a la que se le suponen raíces vascas o sudamericanas, existe desde hace más de 150 años. Al principio la danza era de arcos adornados con flores y el baile se parecía al actual, pero no se trenzaba. Posteriormente se sustituyeron los arcos por las cintas, pero éstas no se enreda­ban, como sí se hace en la actualidad. Al principio sólo hubo una danza en el pueblo, pues hasta la época de don Pancho Marrero estaba compuesta por seis danzari­nes de El Escobonal de Arriba y otros tantos del de Abajo. Interrumpida por la Guerra Civil, tras ésta don José Yanes (Pepillo) la volvió a formar, con carácter mixto.

Luego se desmembró en dos, una por cada sector del pueblo; con la de Abajo siguieron don Pancho (Caraj), don Matías Bethen­court y el citado don Pepe Yanes, mientras que la de Arriba fue conducida por don Martín Leandro (Cho Martín Callajito) y don Gregorio Leandro. Cho Martín y don Buenaventura Marrero fueron los que introdujeron en la danza la forma de trenzar las cintas. Ambas danzas coexistieron hasta comienzos de los años sesenta, la de Abajo dirigida por don Luis Bethencourt y la de Arriba por don Tomás de la Rosa (Tomasi­llo). Al existir «pique» entre las dos, el segundo cambió el vestuario de la suya, que se asemejó a la Danza de Güímar: pantalo­nes del color de la cinta del danzarín, zapatillas rojas y turbante en vez de gorra, parecido a una tiara y adornado con toda clase de baratijas y objetos de bisutería; también desapareció el cuello de marinero; en la punta del palo se colocó un turbante similar y el director se vestía igual que sus muchachos pero de verde. Don Tomás intentó incluso hacer una danza compuesta por 24 componentes, 12 niños que baila­ban por dentro, y enrollaban las cintas, y 12 niñas que bailaban por fuera de los anteriores, pero sin trenzar. También se impuso por entonces la variante de hacer «el santo» con una rodilla en tierra, que se conser­va hasta la actuali­dad, y que unos atribuyen a Tomasillo y otros a Pepillo.

La Danza de nuestro pueblo acudía desde antiguo a las fiestas de Las Merce­des en la Punta de Abona; al principio iban caminan­do, luego en un barco llamado «La Amelia», que los transportaba desde El Tablado, y por último en guagua. También acudía a la Romería de San Benito de La Laguna, donde se llevaron en una ocasión el primer premio, de la mano de Tomasi­llo y Siorillo; además acudían a las fiestas de Fasnia y Güímar, y nunca faltó a la fiesta de nuestro patrón San José. Después de este apogeo, la Danza murió físicamente y dejó de animar a las procesio­nes de las fiestas, pero nunca desapareció del corazón de los agacheros.

En julio de 1978, y en su labor de fomen­to de la cultura agachera, el Tagoror Cultural de Agache, que por entonces presidía el que suscribe, decidió rescatar la Danza de las Cintas de El Escobonal, tras varios años de inexistencia. Todavía recuerdo aquellas tardes de verano en la Vera de Arriba, en compañía de dos directivos de la asociación, Juan Manuel Yanes Marrero y Armando Díaz Hernández, en las que ayudábamos en los ensayos a don Luis Bethencourt García (antiguo director de la Danza de Abajo); para ello teníamos que reclutar a los niños por las casas, conven­ciendo a sus padres; también los recogíamos en nuestros coches para asistir a ensayos y actuaciones. La danza hizo su primera exhibición en las fiestas de San José de dicho año 1978 y desde el comienzo de esta nueva etapa pasó a ser mixta. Poco a poco se logró equiparla de un vestuario completo, merced a las gratificacio­nes entregadas por sus actuaciones, así como a las subvenciones concedi­das por la comisión de Fiestas de San José y el Ayuntamiento de Güímar.

Se alcanzó un gran nivel técnico, gracias a la dirección técnica de don Luis Bethen­court y a la música de don Isidoro Frías Díaz (Siorillo el tamborile­ro), quienes jugaron un papel funda­mental en el proceso de resurrección y se constitu­yeron en la esencia de la misma; a ellos se sumó posterior­mente don Víctor Díaz, transportan­do a los niños en su land rover y ayudando en los ensayos. Esta circunstancia le permitió a la danza recorrer gran parte de la geografía insular. Así, mientras dependía del Tagoror animó procesio­nes y romerías por diversas localidades, tanto dentro como fuera de la Comarca: San José (El Escobonal), Santa Cruz (Lomo de Mena), San Antonio de Padua (La Medida), San Carlos (El Tablado), San Antonio Abad y Octava del Socorro (Güímar), procesión de la Punta de Abona (Arico), romería de San Agustín (Arafo), Las Mercedes y San Benito (La Laguna). El año 1983 fue el más fructífero para la Danza desde su recuperación, pues tuvo siete actuaciones en el municipio y cuatro fuera de él, entre las que destacó su brillante participación en la Bajada de la Virgen de Guadalupe, en San Sebastián de La Gomera, con lo que salía por primera vez de la isla; en esa oportunidad se remodeló el vestuario para adaptarlo al primitivo, gracias a una subvención de 20.000 pts concedida por el Ayuntamien­to de Güímar. Asimismo, debemos destacar la presencia de la danza en el programa de TVE «Canarias Viva» dedicado a esta Comarca, que fue grabado el 30 de enero y emitido el lunes 18 de julio. En reconoci­miento a su labor se le donaron varias placas; además, nuestra Asociación quiso premiar en 1979 la desinteresada entrega de sus componentes, concediéndole un diploma a don Isidoro, a don Luis y a los niños.

La tutela de la danza por el Tagoror continuó desde su resurrección hasta 1985. Desde entonces ha proseguido su aventura en solitario, con altibajos, pero logrando mantenerse viva. Desde hace poco tiempo cuenta con la tutela del Ayuntamiento, que ha subvencio­nado la compra de nuevo vesturario y cintas. Ahora, tanto el Tagoror como la rondalla y el colegio público «Agache» pretenden sacarla del bache en el que se encuentra, mientras que en El Tablado se acaba de crear una nueva Danza, que acompaña las procesiones de San Carlos y nos permite pensar que esta vieja tradición folclórica no desaparece­rá de la Comarca.

 En abril de 1980 se organizó una nueva rondalla folklórica en El Escobonal, «Axaentemir», en cuya forma­ción tuvieron un papel destacado como instructores algunos de los componentes del antiguo grupo de Coros y Danzas, que había existido en la localidad entre 1967 y 1972. Su debut ante el público de El Escobonal, bajo la dirección de José Antonio Campos de la Rosa, tuvo lugar el domingo 10 de agosto de 1980, con motivo de la «Gran Fiesta Canaria» celebrada en la plaza de la localidad dentro del programa de las Fiestas de Agache en honor de San José. A partir de entonces participó en numerosas romerías y fiestas canarias, perfectamente detalladas por Luisa en este libro.

No obstante, quisiera destacar algunas de sus principales actuaciones, de la mayoría de las cuales fui testigo, como su participa­ción en el Festival celebra­do en Arrecife de Lanzarote, con motivo del hermana­miento de esta ciudad con la de Güí­mar, el sábado 1 de mayo de 1982. Durante la travesía en barco, los componentes del grupo animaron, en plan parranda, a los cientos de güimareros que se trasladaban a dicha isla; en algunas de estas actuaciones improvisadas les acompañó como solista el alcalde don Pedro Guerra Cabrera, quien interpretaba con bastante calidad los aires de la tierra. Otra fecha destacada en la historia de esta agrupa­ción fue su presentación oficial en el Paraninfo de la Universi­dad de La Laguna, el 1 de junio de 1983 a las ocho de la tarde. El 18 de julio inmediato participó en el programa de TVE «Cana­rias Viva», rodado íntegra­men­te en El Escobonal. El día 18 de febrero de 1984 intervino en un programa de Radio Cadena Española sobre Güímar, de dos horas de duración y re­transmitido en directo desde la Plaza de San Pedro. También lo hicieron en «Parranda Canaria» de Radio Club (Cadena Ser), presenta­do por Domingo García Barbuzano y emitido en directo desde el Bode­gón Castro de La Corujera el sábado 4 de agosto de ese mismo año, con motivo de las Fiestas de San José; junto a la actuación estelar de la Agrupa­ción «Axaen­temir», tuve la oportunidad de dar a conocer a los oyentes algunos aspectos de la Comarca. Asimismo, y como curiosidad, componentes de esta rondalla acompa­ñaron al grupo de teatro infantil «Agache» en sus actuaciones, introduciendo canciones propias que iban en función de la obra. La última actuación de la Rondalla «Axaentemir» fue con motivo de las Fiestas de El Escobonal, el domingo 10 de agosto de 1986.

Por esa misma época existían en la comarca otros dos grupos folclóricos. El primero, los «Amigos de Agache» de El Escobo­nal, estaba constitui­do por antiguos tocadores del Grupo de Coros y Danzas de esta localidad, que se escindieron de la Agrupa­ción «Axaentemir» por desavenencias internas, y que combinaban la música folklórica canaria con la sudamericana; actuaron en numerosas fiestas, romerías y centros turísticos. El segundo fue el grupo juvenil «Aires de Agache» de La Medida y Pájara, que bajo la dirección músical de Juan Rodríguez, y luego de don Ramón, recorrió con éxito numerosas localida­des de la isla.

Durante mi etapa como Teniente Alcalde y Concejal de Cultura tuve la suerte de ver nacer a los tres grupos folclóricos mencionados, por lo que fui testigo directo de sus necesidades, vicisitudes y éxitos. Estas agrupaciones han sido extensamente estudiadas por Luisa en este libro, por lo que no voy a repetir la interesante información que ya figura en el texto; no obstante, recuerdo que el sábado 24 de noviem­bre de 1984 se volvió a retransmitir el programa «Parranda Canaria» desde el municipio de Güímar, esta vez desde la Plaza del Ayunta­miento, que también contó con la actuación de dos grupos agache­ros, «Los Cinco de Agache» y la rondalla «Aires de Agache», y en el que también tuve la oportunidad de interve­nir. En 1981 el Ayunta­miento adquirió instrumen­tal para los tres; y hacia 1986 se subvencionó a las rondallas «Axaen­te­mir» y «Aires de Agache» con 100.000 pts a cada una, para la compra de trajes. Pero, lamentable­mente, en ese mismo año 1986 entraron en crisis y se disolvieron.

Desde entonces han habido varios intentos de resucitar la tradición folklórica del pueblo, que en 1990 empezó a cuajar en una rondalla infantil, dirigida por Dely Pérez Castro con la ayuda del entonces novio (actual marido) Néstor Díaz García, que desde ese mismo año comenzó a actuar en las fiestas patronales de El Escobonal y en otras localida­des de la isla, gracias a lo cual se mantuvo vivo el folclore de este pueblo; apoyada en el colegio público «Agache» de El Escobonal, hasta la fecha ha servido de cantera para las distintas agrupaciones de la Comarca.

La etapa actual del folclore agachero es la que, dados los bríos de sus impulsores, más momentos gratos nos está trayendo y, sin duda, nos traerá. Sirva de ejemplo la corta pero brillante trayectoria de la actual Rondalla de El Escobonal, de la mano de su director don Juan J.A. Campos de la Rosa y el padrinazgo del prestigioso profesor y folclorista don Manuel Pérez Rodríguez, su presidente de Honor, con dos actuaciones en el programa de TVE «Taifa y Candil», que éste dirige; su participa­ción en el IX Festival Folclórico de las Comunida­des en Canarias, celebrado en Las Palmas; su presencia en el programa de televisión «Pueblo a pueblo», de Antena 3 Tenerife; la grabación de un disco compacto y cassette, el primero realizado por una agrupación de Agache, que fue presentado en Puerto de la Cruz, Granadilla y La Laguna, con presencia de las cámaras de televisión; o su reciente gira por Alicante; además, destaca en esta agrupación el trabajo de recopila­ción que viene desarro­llando, así como el rescate de antiguos bailes típicos, por lo que cuenta en el presente con un repertorio superior al de las anteriores rondallas que han existido en El Escobonal. A ésta se suman la agrupación «Aires de Agache» de La Medida y Pájara, en su nueva etapa, en la que ya se aprecia una notable calidad y consolida­ción, y la recién nacida «Atengua­jos» de El Tablado, con mucha savia folclórica escobonalera por las venas de sus ilusionados miembros, que han causado una inmejorable impresión en sus primeras actuacio­nes.

Constituye para mí un gran orgullo, el que dos de los colectivos recientes estudiados en este libro lleven nombres guanches, que he rescatado en mis investigaciones históricas sobre Agache: «Axaente­mir» y «Atengua­jos». El primero fue recogido por don Cipriano de Arriba y Sánchez en su libro A través de las Islas Canarias (1900), pues al hablar de Güímar dice: «Entre sus pagos citaremos el Escobo­nal, llamado en lo antiguo Agache y en lengua guanche Axaentemir, significa guerre­ro […]». Dado que en el siglo XVI la «x» se pronun­cia­ba como «j», dicho nombre parece una contracción del que se menciona en una data concedida el 20 de Febrero de 1505 a favor de don Fernando de Llarena y del bachiller don Juan Guerra, por el Adelantado de Tenerife don Alonso Fernán­dez de Lugo: «[…] toda el agua e tierras que con ella se pudiera aprovechar que está en esta dicha isla que es hacia la costa de Aguache; la qual agua se llama en lengua de Tenerife Ajofa en Temijar con todas las otras aguas que a la dicha agua estovieren cercanas e con ellas se pudieren juntar e aprovechar […]». El segundo topónimo aborigen figura en un documento del escribano Alonso de Llarena, encontrado hace algún tiempo en el Archivo Histórico Provincial de Tenerife (Leg. 193, fol. 492 r.), pues aparece el Puerto de Agache entre los de salida de cereales, pero con el nombre de «Atenguajos», que se indica era el que recibía dicho lugar en la época prehispánica.

La inmensa labor desarrollada por los viejos y prestigio­sos folcloristas (Josefina Marrero, Cho Cirilo, con su pito y tambor, Dolores y Carmela, Polo, etc.) se ha visto continuada en los últimos años con el trabajo, tesón y sacrificio de numerosos paisanos. Por ello, no quisiera desaprovechar esta oportunidad sin recordar a varios escobonaleros que han asumido cargos de dirección en grupos folclóricos de otros pueblos de la isla: Don Juan Rodríguez Pérez (Juanillo), quien dirigió las cuerdas en las rondallas «Tinguaro» de Güímar, «Aires de Agache» de La Medida y «Aires del Sur» de La Zarza; don Juan J.A. Campos de la Rosa, que dirigió la rondalla «Tin­guaro» de Güímar y fue instructor del cuerpo de baile en la rondalla de Los Realejos, así como de las agrupaciones «Los Chasneros» de Granadilla y «El Moral» de Geneto; don Severino de la Rosa (el Negro), que dirigió una de las antiguas orquestas de El Escobonal y, más reciente­mente, el grupo folclórico «Aires del Sur» del Porís de Abona; don Julio Díaz Gómez (Yuyo), antiguo miembro de la orquesta «La Alegría», que ha pertenecido a varias rondallas y a los «Amigos del Arte» de Güímar, y dirigido la rondalla del Club de la Tercera Edad de dicha ciudad y el actual grupo de África Alonso; y don Isaías Pérez (Icín), que al presente dirige la Parranda de Los Cristia­nos. Asimis­mo, otros hijos de este pueblo han formado parte destacada de diversas agrupaciones folclóri­cas del Sur de la isla, entre otros: Don Fortunato Gómez Cubas (Nato), ha pertenecido a la rondalla del Club de la Tercera Edad de Güímar, al grupo de África Alonso y actual­mente a la rondalla «Andrés de Llarena» del Club de la Tercera Edad de Candelaria, todas las cuales han interpretado algunas de sus canciones; don Octavio Rodríguez Díaz, que tocó la mandolina y el violín en la rondalla del Club de la Tercera Edad de Güímar; y don Cecilio Bethencourt, que también ha pertenecido a esta rondalla, así como al actual grupo de África Alonso.

 Para finalizar este prólogo, quiero rendir homenaje a la autora de este bello libro. Todos los vecinos de Agache conocemos a Luisa, pero la mayoría sólo superficialmente. Cuando suena su nombre mucha gente la asocia con una inquieta mujer que colabora en los programas de fiestas de El Escobonal o El Tablado con algunas composiciones literarias o con la presentadora de numerosos festivales de ambas fiestas. Otros, sin embargo, la vinculan a sus familiares más cercanos y, según las generaciones, reconocen que se trata de la hija de Carlos e Hilda, de la hermana de Carlos, de la esposa de Migue­lín como cariñosamen­te lo conocemos en el pueblo, o de la madre de Yolanda y Eduardo Miguel. Desgraciada­mente, éste ha sido el papel que la mujer ha jugado en la sociedad durante muchas generaciones, sólo el ser la hija de, la hermana de, la esposa de o la madre de. Hoy, afortunadamente esto está cambiando a toda velocidad y yo, que veo pasar por mis aulas el doble o el triple número de mujeres que de hombres, estoy convencido de que en un futuro no muy lejano el papel se invertirá y que la mujer capitalizará una gran parte, si no la mayor, del protago­nismo social y cultural de las futuras generaciones.

Luisa, con su trabajo, con su estudio y con su esfuerzo, y lo que es más importante, sin abandonar el cuidado de su familia, ha sabido buscar el tiempo de donde no lo había para escribir, para dar rienda suelta a esa necesidad irreprimible de plasmar en una cuartilla sus ideas, sus sentimientos cotidianos o su desbordante imaginación. Como la propia autora recoge en los agradecimientos de su primera novela, escribir es para ella «algo que comenzó siendo sólo una afición y que ha ido convirtiéndo­se con el paso del tiempo en la gran vocación de escritora que hoy llena mi vida por completo«. Y los que dedicamos la mayor parte de nuestra vida a leer y a escribir sabemos que esta actividad puede llegar a ser una necesidad tan imperiosa como comer o dormir; necesitamos plasmar todo aquello que bulle en nuestra cabeza, porque si no parece que ésta va a estallar. Cuando llega la inspiración hay que interrumpir la actividad que se está haciendo y correr a la máquina o al ordenador para volcar todo aquello que en borbotones pugna por salir de nuestra mente. Así le ocurre a Luisa, quien durante muchos años ha ido acumulando manuscritos de sus creaciones literarias, ha roto otros muchos y ha pasado momentos de depresión en los que se planteaba si lo que escribía merecía la pena y si algún día alguien llegaría a leer los productos de su imaginación. Hoy esas dudas han desaparecido y, gracias a ello, los amantes de la literatura estamos de enhorabuena al contar entre nosotros con una escritora que comienza a consolidarse. Pero a todas éstas, ¿quién es Luisa?, ¿quien es esta mujer oriunda de El Escobonal que se ha atrevido a publicar una novela y un libro de investigación histórica?.

Luisa Chico Pérez nació en Santa Cruz de Tenerife el 17 de agosto de 1954; es hija de Carlos Chico Rodríguez e Hilda Pérez Gómez, ambos naturales de El Escobonal; y tiene un único hermano, Carlos Chico Pérez, al que siempre ha estado muy unida. Pasó los primeros años de su vida en su ciudad natal; luego, de los 7 a los 10, vivió con su familia en este pueblo, en la tierra de sus mayores; aquí cursó los Estudios Primarios en la recordada academia particular de don Benjamín Campo Morquecho.

Pasado este trienio escobonalero regresaron a la capital y se establecieron en Santa María del Mar. En esta nueva etapa Luisa prosiguió sus estudios por radio y por correspondencia; así, obtuvo el título de Graduado Escolar por Radio Ecca y, posteriormente, ha seguido cursos de Peluquería, Estética, Técnicas de ventas, Mecano­grafía, Informática e Inglés. También ha hecho diversos cursillos organizados por los Ayuntamien­tos de Santa Cruz y Güímar, sobre todo de manualidades, que despiertan en ella un gran interés: Macra­mé, Calados, Corte y confección, Arte floral, Cocina, etc. etc.

Desde muy joven comenzó a alternar los estudios con el trabajo. Así, con tan solo 13 años de edad ingresó como cajera en el bazar Virginia de Santa Cruz, en el que permaneció durante dos años; luego pasó, también como cajera, a Galerías Preciados, empresa a la que estuvo vinculada cinco años; más tarde se dedicó a la venta directa y representaciones, durante nada menos que 15 años. Final­mente, hacia 1989 comenzó a trabajar en el departamento de Informá­tica y Fotocom­posición de la Imprenta «Isla Rapid», que lleva su hermano.

El 5 de abril de 1975 contrajo matrimonio en la basílica de Candelaria con Miguel Pérez Campos, hijo de Virgilio Pérez Rodrí­guez y de Justina Campos Rodríguez, naturales de El Escobonal. Frutos de esta unión son dos hijos: Yolanda, que estudia Ciencias Físicas, y Eduardo Miguel, que cursa estudios de Auxiliar Administra­tivo. Desde su matrimonio Luisa, junto a su familia, alterna su vida entre Santa Cruz y El Tablado; en esta última localidad pasa todos los fines de semana, períodos vacacionales y los tres meses del verano, lo que sumado viene a significar la mitad del año.

Desde pequeña Luisa ha sido una gran aficionada a la lectura, pero ya en la adolescencia decidió aventurarse en el otro campo, en la escritura; primero fue un diario, luego un poema, una carta,… hasta que comenzó a sentir que escribir era para ella una válvula de escape, una necesidad imperiosa en su existencia. Entonces, con su vocación literaria ya arraigada, siguió diversos cursos de perfecciona­miento: Ortografía, Redacción, Arte de escribir y Composición escrita. Así comenzaron a salir de su pluma emotivas cartas que nunca envió; numerosos romances, expresión máxima de sus sentimientos; y, más recientemente, cuentos, obras de teatro, novelas, etc. etc.

Durante muchos años sus escritos, tanto en prosa como en verso, permanecieron guardados en las gavetas de su casa, hasta que en el año 1989 comenzó a publicar algunos de ellos en los programas de las Fiestas Patronales de El Escobonal y El Tablado, que actual­mente se encuentran recopilados en la «Guía de la Comarca de Agache«. En su primer trabajo, que tituló «Carta a mi pueblo», publicado en dicho año 1989, ya se desprendía el profundo vínculo y el amor que sentía por El Escobonal. Por su parte, en otros muchos trabajos, como en los versos que dedicó en 1991 de «homenaje al Tablado», se reflejaba el cariño por el lugar donde pasa con su familia la mitad de su tiempo. En 1993 escribió con gran ilusión dos canciones para la Rondalla infantil de El Escobonal, con el deseo de que, según sus propias palabras, «sirvieran para potenciar en ellos el deseo de hacer cosas nuevas, además de preservar nuestro folklore más antiguo y tradicional«; se titulaban «Pueblo mío» y «Berlina».

El año 1994 vio la luz su primera obra de teatro «Esperando el culebrón«, que fue estrenada en la Plaza de San José durante las fiestas patronales por el grupo de teatro aficionado de El Escobonal, constitu­yendo un rotundo éxito, tanto por la obra en sí como por su excelente y divertida puesta en escena. Desde entonces ha sido representada en varias ocasiones por el citado grupo y por el municipal de Güímar en otros escenarios de las islas (El Tablado, Güímar, Arafo y San Sebastián de La Gomera).

Recientemente, en el verano de 1995 vio la luz su primera novela, «Sueños de pescador«, que fue presentada en un conocido restaurante de La Laguna y en la plaza de San José de El Escobonal, en el transcurso de las Fiestas Patronales. En esta obra resalta su amenidad y su fácil lectura, la enorme imaginación de la autora, que se desprende de cada página, así como el bien logrado dominio de los diálogos, y un notable conocimiento de la técnica literaria y del lenguaje; y en ella se pueden intuir personajes y lugares conocidos de la costa agachera. Destacan asimismo los excelentes dibujos de Juan Ángel García Yanes, otro artista oriundo de este pueblo.

Actualmente Luisa trabaja en otra novela, da los últimos toques a su segunda obra de teatro, titulada «La soledad a veces es buena consejera«; y tiene inéditos un cuento que lleva por nombre «Laila» y un libro de cocina que escribió para sus hijos, que bajo el título «¿Qué hacemos de comer hoy?» fue pensado para las personas que no tienen ni idea del arte culinario; de este último hizo en su momento varias copias manuscritas y, debido a su demanda, piensa publicarlo algún día.

En el libro que nos ocupa, «Agacheros. 60 años de folclore«, se recoge la tradición folclórica de Agache, basada, sobre todo, en fuentes orales. Cuesta imaginarse las horas que la autora ha consumi­do en entrevistar a decenas de folcloristas, para luego hilvanar sus testimonios y darle forma literaria. Es una dura tarea que sólo se puede hacer con mucho amor por la Comarca y por esta tradición musical. El resultado no puede ser más satisfactorio, pues poco más se puede decir de este tema, que está tratado con amenidad y rigor. Con esta obra Luisa ha asumido su compromiso con su tierra de ascendencia y adopción. Y yo, como amante de la cultura tradicional e hijo de esta comarca, me congratulo que se haya ocupado de un tema tan importante y arraigado en esta tierra.

Deseo concluir este prólogo dando la enhorabuena a Luisa por este trabajo, por el segundo de la que, estoy seguro, será una larga lista de publicaciones, para orgullo de sus paisanos y alegría de los que como ella compartimos una desbordante pasión por los libros y las cuartillas. Por todo ello, gracias y a seguir adelante, ¡cuentas con todo nuestro apoyo!

Octavio Rodríguez Delgado

El Escobonal, 1 de noviembre de 1996

El libro fue presentado en el Restaurante El Centenero de Los Baldíos en el transcurso de una cena que reunió allí más de trescientas personas deseosas de conocer todo sobre este trabajo sobre la zona de donde procedían la mayoría de ellos.

La generosidad de los agacheros hizo que los conocidos “piques” entre rondallas se pasaran por alto y actuaron allí esa memorable noche las tras rondallas en activo de la zona por entonces: Rondalla El Escobonal, Aires de Agache y Atenguajos. Cuyos solistas pusieron el broche de oro de la velada al interpretar a capela, con sonido de sirinoque e iniciando las coplas en el lugar del local donde habían cenado mientras avanzaban hasta el escenario, los versos que compuse para esa ocasión:

 Hoy la voz del agachero,

se alza sobre los volcanes,

desde todos los senderos,

de la comarca de agache.

 

Van enlazando sonidos,

del folclore que los une,

desde Anocheza a Chimaje,

desde el mirador al túnel.

 

Trenzan folías, berlinas,

polkas, isas, tajarastes,

los pies de los bailadores,

las faldas surcando el aire.

 

Sí en cualquier rincón canario,

escuchas una berlina,

es la voz de un agachero,

que a su pueblo nunca olvida.

 

Hoy es un día de fiesta,

el folclore va creciendo,

danzas de cintas, rondallas,

que perduran en el tiempo.

 

Alcemos copas de vino,

para brindar por un pueblo,

que avanza por el camino,

respetando a sus ancestros.

Un acto memorable que perdurará en el tiempo en el recuerdo de quienes tuvimos la suerte de estar allí aquella noche.

La corta edición impresa por el Tagoror cultural de Agache muy pronto se agotó, por lo que muchos folcloristas interesados en el libro se quedaron sin su ansiado ejemplar. Quizá algún día haya una segunda edición… ¿Por qué no…?

Published in: on 3 septiembre, 2010 at 21:08  Deja un comentario  
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