Un momento de inspiración

Miro a mi alrededor y las veo, están ahí, esperando que yo me decida a reunirme con ellas para compartir momentos mágicos. Me observan preocupadas y yo lo sé, pero nada puedo hacer por remontar. Me faltan las fuerzas y el ánimo. Me falta la decisión o quizá simplemente una motivación.

elfos (2)Algunas revolotean inquietas entre los pinceles y los tubos multicolores. Son las musas de la pintura. De estas las que más pena me dan son las que se han sentado a esperarme en el borde del lienzo inacabado. Parecen llamarme con sus sonrisas de colores y hacen gestos blandiendo un pincel impoluto sobre la tela que espera mi mano.

Otras languidecen inactivas entre los carretes de hilos. Ya le han perdido el miedo a las agujas y alfileres, al fin y al cabo hace mucho que no salen de sus cajas. Sobre el alfiletero, que un día bordó mi hija con mi nombre, se ha echado cuan larga es la más vieja de todas las musas de la costura en un último intento de provocarme para que le clave la primera elfos (3)aguja que coja entre mis dedos. La larga regla descansa sobre los últimos patrones que un día usé, y las tijeras fueron cerradas hace tiempo por dos de las musas más jóvenes, quizá por miedo a cortarse en sus paseos aburridos por la mesa de corte, o tal vez sabedoras de que tardaría mucho tiempo en volver a usarlas.

Hoy me he sentado aquí, frente a mi ordenador, compañero de tantas horas de plácida creatividad. Entre lágrimas impotentes he visto como mis queridas musas literatas revolotearon inquietas despertando al elfo cubierto de polvo que dormitaba entre los altavoces silenciosos. Ya hasta la música cuesta escucharse en esta elfos (1)casa. Él me miró incrédulo echando su capucha hacia atrás pero sin moverse de donde estaba, seguramente ni él cree ya en mí, aún así deslizó su mano indolente en la bolsa que siempre cuelga de su hombro buscando las pepitas de la inspiración, por si hoy hicieran falta.

La musa más antigua, aquella que inspiraba mis relatos en tiempos no muy lejanos, sopló el polvo de sus libretas de apuntes y se caló los anteojos sobre la nariz ansiando recibir la orden de abrirlas. Los personajes creados protestaban bajo las gruesas tapas deseando salir a contarnos sus peripecias y que transmitamos al mundo sus avatares.

Las musas de la poesía descansaban sin inquietudes junto al portalápices, sentadas sobre la vieja agenda que ya casi ni abro. Con ellas si había compartido un buen rato hacia poco y ahora dedicaban su tiempo a descansar mientras hilvanaban nuevos sonetos y rimas que esperaban que yo usara en breve.

Más allá, sobre la impresora apagada desde hacia mucho, las musas periodistas preparaban notas sobre temas de actualidad que ansiaban ser abordados en el nuevo espacio creado en la red para cuando lleguen tiempos mejores. En el murmullo de sus cristalinas voces pude intuir unos aires de Lima. Ni siquiera me miraron hoy, conocedoras de que esos temas han sido aparcados en mi año sabático del folclore.

musas griegasSiete musas impacientes se lanzaron sin pedírselo sobre mi ordenador. Mientras una presionaba el botón de encendido, otras dos corrían sobre la pantalla con franelas en los pies retirando el polvo acumulado. Una cuarta frotaba con ahínco cada tecla permitiéndome ver las letras y los números, a pesar de saber perfectamente que no miro al teclado cuando escribo. Y mientras la quinta trepaba por mi hombro para limpiar de los cristales de mis gafas de las gotitas que los habían salpicado, la sexta susurraba en mi oído: “Hoy es el día, quédate con nosotras”.

Para cuando la séptima había hecho sonar la música en los altavoces, sobresaltando al elfo adormilado, ya mis dedos volaban impacientes sobre las impecables teclas descargando en ellas toda la creatividad de la que fui capaz esta tarde.

Al apagar el ordenador me despedí con un guiño cómplice de mis musas y mis elfos prometiendo volver pronto, en cuanto mi salud me permita recomponer mi cuerpo y mi espíritu.

Una vez más, mil gracias a mis musas compañeras, las que llenan mis horas inquietas y tristes de belleza y alegrías, las que saben trastocar las lágrimas en paz y vida.

musas en el cafe

 

 

 

Published in: on 25 abril, 2015 at 19:46  Deja un comentario